Sevilla
Y los pañales por Lucas Haurie
Ayer por la tarde, con la Giralda ya engalanada para sollozar por San Pedro, más de quince cocheros sesteaban en sus carruajes demostrando la formidable resistencia de sus pituitarias al hedor de los orines equinos. Mañana acaba junio sin que ni un solo propietario de caballo nos haya hecho la merced de instalar el dispositivo recogedor de excrementos que con tanta prosopopeya se presentó con la promesa de que comenzaríamos julio liberados de tamaña agresión para nuestras narices. Se han pasado, o sea, la indicación municipal justo por lo que usan sus animalitos para mear. Con el agravante de que la ola de calor ha recrudecido las consecuencias pestilentes de la marranada. Hamlet decía que algo olía a podrida a Dinamarca porque Shakespeare no lo puso a pasear en verano por la Plaza Virgen de los Reyes. ¡Fragancia de rosas, le habrían parecido al príncipe las conjuras de la corte! Otro ejemplo del españolísimo vicio de ignorar las leyes, ordenanzas, disposiciones y cualquier tipo de norma ante la impavidez de la autoridad. Mientras el Ayuntamiento escudriña el expediente de cada ciudadano en busca de una oportunidad para atizarle una multa, permite que este lobby atufe el centro de la ciudad. A ver si para Navidad...
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