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San Francisco

OPINIÓN: Nuestras antiguas calles (y III)

La Razón
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Con esta «entrega» damos fin a la miniserie, a petición de nuestros amables lectores, sobre los nombres antiguos y curiosos de las calles sevillanas, iniciándola con «Mármoles», en San Nicolás, llamada así por las columnas de la Alameda de Hércules, que de este lugar las trasladaron. Antes se llamó «calle de las Columnas de Hércules», al creerse que allí tuvo su templo el forzudo semidiós. «Muerte», en el Sagrario, por la calavera que había incrustada en una de sus fachadas, precisamente donde vivía una judía, La Susona, un tanto ligerita de cascos. «Malcocinado», llamado así el trozo de calle que iba de una esquina de San Francisco a Manteros, donde, por testamento, Juan García Alfageme dejó unas casas a la Cofradía de Santo Domingo de Silos, que era la de los barberos, para una capellanía propia. «Pozo Santo», en San Andrés, por un milagro que en él ocurrió al invocarse a María Santísima Madre de Dios. «Plazuela de Bordadores», en el Sagrario, dejando así muy claro que el bello oficio de bordar no fue, en los Siglos Dorados, exclusivo de las mujeres. «Venera», llamada así por una concha que había incrustada en una esquina, calle que se juzgaba el punto céntrico de la ciudad. «Valderrama», en San Marcos, con anterioridad se llamó «Barrera del Partido», porque, al parecer, allí vivían muchas mujeres del Partido (que no era el PSOE) o «de vida fácil», como se llamaba entonces a las mujeres que tenían que soportar los berridos y la carga de un jayán extremeño. Aquí ponemos punto final a la miniserie, y ya saben nuestros queridos lectores que estoy a su disposición para atender, dentro de mis limitaciones, sus demandas (siempre que no sean judiciales).