Roma

El Papa pide que se priorice la evangelización

Reino Unido es uno de los países más descristianizados de Europa, y poco antes de abandonar el país, como una especie de colofón, Benedicto XVI ha querido hacer públicas sus instrucciones para un episcopado que tiene fama (dentro y fuera de Gran Bretaña) de ser poco esforzado a la hora de evangelizar.

El Papa pide que se priorice la evangelización
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La prioridad ha de ser la «Nueva Evangelización», para la cual el Papa ha creado incluso un nuevo dicasterio en Roma, y en la que los obispos locales han de apoyarse, dice expresamente, en los «nuevos movimientos eclesiales». Más aún, en el caso británico, les pide seriedad al adoptar el nuevo misal en inglés (que corrije décadas de liturgia con traducciones, como poco, peculiares del canon latino) y que haya «generosidad» con los anglicanos que vuelvan al catolicismo a través de los «ordinariatos» anglocatólicos establecidos con la constitución «Anglicanorum Coetibus». Y todo ello, sin abandonar la lucha por los valores y la defensa de la vida.

Un párrafo de su discurso a los obispos, apenas dos horas antes de despegar, resume su «hoja de ruta»: «He percibido con claridad la sed profunda que el pueblo británico tiene de la Buena Noticia de Jesucristo. Dios os ha escogido para ofrecerle el agua viva del Evangelio, animándolo a poner su esperanza, no en las vanas seducciones de este mundo, sino en las firmes promesas del mundo venidero. Al anunciar la venida del Reino, con su promesa de esperanza para los pobres y necesitados, los enfermos y ancianos, los no nacidos y los desamparados, aseguraos de presentar en su plenitud el mensaje del Evangelio que da vida, incluso aquellos elementos que ponen en tela de juicio las opiniones corrientes de la cultura actual. Como sabéis, he creado recientemente el Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización de los países de antigua tradición cristiana, y os animo a hacer uso de sus servicios al acometer vuestras tareas. Además, muchos de los nuevos movimientos eclesiales tienen un carisma especial para la evangelización, y sé que continuaréis estudiando los medios apropiados y eficaces para que participen en la misión de la Iglesia».

Un ejemplo del laicado que el Papa quiere lo dio por la mañana, durante la beatificación del cardenal John Henry Newman en el parque Crofton de Birmingham, cuando citó uno de sus textos que dice: «Quiero un laicado que no sea arrogante ni imprudente a la hora de hablar, ni alborotador, sino hombres que conozcan bien su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde están, que sepan qué tienen y qué no tienen, que conozcan su credo a tal punto que puedan dar cuentas de él, que conozcan tan bien la historia que puedan defenderla».

Al llegar al Papado, Benedicto XVI dictaminó que las beatificaciones debían presidirlas los obispos locales. Sólo con Newman ha hecho una excepción. Ayer, ante decenas de miles de fieles, insistió en el modelo excepcional que ofrece este beato.


Influyente incluso hoy
Newman fue un influyente clérigo e intelectual de la Iglesia Anglicana, que a base de estudiar la historia de la Iglesia se fue acercando a las posturas católicas. También le impactó su trato con el humilde fraile pasionista Domenico Barberi. A los 44 años aceptó la plena fe católica, para escándalo de la «intelligentsia» inglesa de la época. Oscar Wilde lo leyó en la cárcel, G. K. Chesterton lo admiró y su luz ilumina la obra de católicos como Graham Greene, Flannery O'Connor, Christopher Dawson o J. R. R. Tolkien.