Irán

Espléndido trabajo protocolario por Orio GARCÍA-ORDÁS / Diego ZALA

La Razón
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Era lo esperado; los organizadores de la boda de los recién estrenados Duques de Cambrigde han cumplido las expectativas generadas. El protocolo ha sido casi perfecto, todo con un exquisito y cuidado ceremonial, que unido a una magnífica retransmisión de la BBC ha proporcionado imágenes espectaculares tanto del interior de la Abadía de Westminster como de los recorridos de las comitivas reales. Podemos afirmar que la conclusión fundamental de la boda es que la monarquía británica ha conseguido lanzar sus mensajes al mundo y ha sabido utilizar todas las herramientas que el protocolo le proporciona.
En cualquier caso, debemos prestar interés y analizar algunos de los aspectos protocolarios más relevantes del enlace. Para comenzar, la elaboración y elección de los 1.900 invitados que acudieron a la ceremonia religiosa ha sido una de las decisiones protocolarias más criticadas, sobre todo, por tener ausencias destacadas como el ex primer ministro laborista, Tony Blair, o por incluir a los embajadores de Irán o Corea del Norte. Podemos afirmar que, en esta ocasión, estas decisiones estrictamente protocolarias vienen determinadas por el carácter que oficialmente tuvo el evento de, semi-Estado, ya que no se casaba el heredero directo a la corona, lo que no implica las obligaciones políticas y diplomáticas que tendría una boda oficial.
En cualquier caso, en cuanto a la ubicación protocolaria de los invitados que pudimos observar en el interior de la abadía, como curiosidad, podemos apuntar que, dentro de la tradición anglicana, al contrario que la católica, el lugar protocolariamente de mayor jerarquía es el espacio situado a la derecha del altar mirando éste de frente, en este caso, la familia real británica el resto de miembros de las casas reales y el cuerpo diplomático ocupó ese espacio. En el lado opuesto, encontramos a la familia Middleton, detrás a la familia Spencer y a los amigos comunes de la pareja. Tras ellos, los representantes políticos y de las diferentes iglesias y otros invitados generales.
No podemos dejar pasar otros grandes momentos; los besos, la avalancha humana aclamando a toda la familia real en las comitivas tanto de llegada como de salida y, por supuesto, la etiqueta de los asistentes a la boda; el «dress code» venía perfectamente indicado en la invitación oficial que cursó la Casa Real Británica y donde se establecía uniforme militar, chaqué o traje oscuro para los caballeros y la obligada correspondencia de traje corto para las señoras. Pudimos observar cómo la gran mayoría ha cumplido con la norma establecida aunque debemos destacar excepciones en el colorido que han elegido algunas invitadas excepcionales. Destacar el vestido de Philippa Middleton, hermana menor de la novia y dama de honor del acontecimiento, que, vestida de blanco, ha destacado entre todos los asistentes.
En definitiva, una gran boda, una gran ceremonia y un magnífico ejemplo de buen protocolo.