Comunidad de Madrid

Sin hacer ruido

La Razón
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El deporte preferido de los múltiples y variados portavoces del Partido Socialista consiste en atizarle constantemente a Rajoy, reprochándole que no hable cuando ellos quieren, que no convoque las ruedas de Prensa que ellos dicen o que no siga el guión diseñado por Rubalcaba en Ferraz y por Pepiño José Blanco en la Moncloa. Afortunadamente, el presidente del PP no cumple las instrucciones del coro progresista, y tiene ideas propias con relación a los problemas que van surgiendo. Ha demostrado con creces que no rehuye las cuestiones, simplemente las aborda a su manera, solventándolas como piensa que hay que hacerlo, hasta ahora con resultado positivo para la organización que lidera. Ejemplos hay a montones, y van desde el contubernio del Congreso de Valencia a las rencillas de la Comunidad de Madrid, los líos internos en el País Vasco y Navarra o la papeleta actual de la Comunidad Valenciana. Ayer mismo Blanco se escandalizaba porque Rajoy aún no haya hablado sobre lo sucedido en Valencia. Ésa es, evidentemente, la estrategia del PSOE: intentar que el presidente del PP se queme todos los días con declaraciones improvisadas al estilo Zapatero. Por desgracia para Pepiño y sus mariachis, Rajoy actúa más que habla, y además lo hace con discreción, sin ruido, sin generar polémicas, sin gritos ni puñetazos en la mesa, sin agrandar los conflictos. Solventa las crisis antes de hablar, como se supone que deberían hacer los políticos. Ése es su estilo, y los resultados le avalan hasta el momento. Salió triunfante del Congreso de Valencia, pasó la prueba de fuego de los comicios europeos y gallegos, redujo a los sectores críticos en diversas autonomías, arrolló en las municipales, y ahora ha resuelto con bastante habilidad el embrollo levantino. Un problema que lo era no por Camps, sino por las circunstancias sobrevenidas. Rajoy siempre apoyó a Camps y creyó en su inocencia, pero es obvio que un escenario de juicio oral televisado, con «bigotes», «correas» y «sastres» pululando ante las cámaras, no era lo mejor cara a unas elecciones generales anticipadas. Camps se va con la grandeza de hacerlo para no perjudicar ni a Rajoy ni a su partido, sabiendo que podrá defender mejor su inocencia lejos del foco de los telediarios. Y dando, además, una lección a los rubalcabas y pepiños de turno: dimite para abordar adecuadamente su horizonte judicial. En el PSOE ha sido procesado el ex director general de la Policía, García Hidalgo, y sin embargo ahí sigue, al frente de sus cargos en el PSE alavés. Y Antonio Camacho, su jefe directo durante el «caso Faisán», no sólo no ha dimitido sino que ha sido ascendido a ministro. Y el mega-jefe de todos ellos, Alfredo Pérez Rubalcaba, promovido nada menos que a candidato a presidente del Gobierno.
Sí, está bien que la coral mediática socialista le apriete Mariano Rajoy urgiéndole a hablar cada vez que lo considera oportuno, pero el gallego ya ha demostrado con creces que su agenda la lleva él y que sus tiempos no tienen por qué coincidir con los del PSOE. Afortunadamente.