Andalucía

Nacionalismo: un lastre para Cataluña por Pedro Gómez de la Serna

La Razón
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Después de 34 años de gobiernos nacionalistas o con participación nacionalista en Cataluña, puede decirse que el nacionalismo catalán, como proyecto de sociedad, ha fracasado. Y ha fracasado porque han conducido, entre unos y otros, a Cataluña a un callejón sin salida. Cataluña ha colapsado. Han acudido, es cierto, a la búsqueda del enemigo exterior, del chivo expiatorio: España (vieja argucia la de crear una crisis para luego taparla creando una crisis todavía mayor). Pero la realidad es otra.
 Han articulado un proyecto sobre la mentira y sobre la concentración de poder. Han mentido a la gente, y lo saben: Cataluña no fue nunca soberana. No fue nación –un concepto aún no vigente– bajo los Austrias. Ni fue Estado. Hace 300 años vivió, como el conjunto de España, una guerra de sucesión, no de secesión. En Cataluña no hubo un sentimiento antiespañol, sino antifrancés. Por eso Rafael de Casanovas dijo aquella frase tan silenciada: «Por nosotros y por la nación española peleamos». Lo que querían los catalanes era movilizar a toda España contra Felipe V, es decir, liderar España, el mismo propósito de Cambó, algo que los nacionalistas no llegan a entender porque les falta ambición de país. Al fin y a la postre, el nacionalismo consiste en querer tener cada vez más poder en un lugar cada vez menos poderoso. Y esa falta de ambición y de proyección, ese no incorporarse al liderazgo del proyecto español, es lo que ha conducido a Cataluña al colapso. Por eso el nacionalismo se ha convertido en un lastre para Cataluña. Se le ha quedado pequeño. Es un proyecto estrecho y agotado. Cataluña necesita un cauce más ancho, de mayor ambición, de mayor proyección. La gran Cataluña es un proyecto para liderar España. Pero al nacionalismo le falta dimensión, horizonte, grandeza. Juega al poder con el pasado, con el presente y con el porvenir de los catalanes. Ahora ha decidido crearle a la gente más problemas de los que ya tiene, ha decidido meter a los catalanes en la tempestad de la secesión, jugar con su normalidad.
Y porque la manipulación de la lengua se ha revelado inútil como instrumento de ruptura y ha chocado con importantes estratos de población, acuden a la economía, que sí llega a todos los estratos, como instrumento de ruptura. Otra manipulación. Si Rafael Casanovas levantara la cabeza y viera lo que ha hecho el nacionalismo en nombre de Cataluña…si viera cómo ha dilapidado aquel enorme patrimonio de la transición que era el antiguo liderazgo catalán de una nación de 40 millones de habitantes, con sus mercados, con sus relaciones internacionales…Si levantara la cabeza y se preguntara: ¿el expolio? Con toda probabilidad contestaría: el expolio de Cataluña ha sido el nacionalismo (sin considerar, claro está, temas tabú como Millet, Santa Coloma, Prenafeta, ITVs, Banca Catalana, conseller contrabandista, «impuesto revolucionario» a los funcionarios para el partido, etc., etc.).
Independencia… ¿para qué? ¿Para endeudar, arruinar y aislar más a los catalanes? ¿Acaso han calculado, antes de jugar con este fuego, cuántas empresas saldrán de Cataluña? ¿Cuántas multinacionales europeas sacarán sus plantas? ¿Cuántas deslocalizarán sus activos de un territorio con aranceles y fronteras, sin libre circulación, sin moneda homologable? ¿Han calculado el coste sobre la mediana y pequeña empresa auxiliar de Cataluña? ¿Han calculado el ingente paro que se va a generar? ¿La cantidad de gente que tendrá que volver, pongo por caso, a Andalucía? ¿Con qué dinero piensan pagar las pensiones? ¿Con qué dinero pagarán el desempleo de los catalanes? ¿En qué mercados van a vender sus productos? ¿Cómo van a pagar su deuda?
Ocultan a la gente el verdadero coste de la independencia: un descalabro en términos de generación de riqueza y de PIB que les situará por debajo de cualquier territorio de España. Con su hoja de ruta llevarán a los catalanes a la bancarrota y provocarán el derrumbe del Estado de Bienestar. Ni Montenegro ni Islandia: Chipre, Grecia. Eso sí, mandando ellos. Cada vez más.