Congreso Extraordinario del PSOE
Involución
En el PSOE no hay banquillo, y si queda algo, está quemado. Lo dice Juan Barranco, tal cual. El ex alcalde y actual diputado en la Asamblea pertenece a esa vieja guardia socialista que no tiene pelos en la lengua y que además no quiere tenerlos porque se considera víctima de esa teletienda que han sido los gobiernos de Zapatero, más preocupado por vender productos de temporada en forma de cheques bebé y planes E que de rodearse de equipos competentes. Si Barranco tiene razón, el PSOE es dueño de un problema que va más allá del desconcierto puntual que cunde tras una debacle electoral: significará que, cegado por el fenómeno burbuja de un líder que en sus momentos de gloria prometía como poco, hacerse con el Nobel de la Paz, el PSOE ha descuidado la cantera hasta que no ha quedado en ella ni la gravilla. La situación de tierra quemada beneficia a Rubalcaba; si no hay quien empuje por detrás, es muy difícil que alguien se te ponga por delante. La duda razonable es saber ahora si con semejante heredero se podrá volver a recuperar el trono y la confianza. Hay quien dice que lo siguiente puede ser Guerra sustituyendo a Chaves en la presidencia del partido. Barranco lo ratifica, y la vieja guardia aplaude la iniciativa. En el PSOE, hoy, los veteranos no se quieren jubilar y los jóvenes no encuentran hueco ni a tiros. Puro reflejo del país que ha dejado Zapatero.
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