Irlanda

Grafton St o la decadencia de Irlanda

Grafton Street, una de las calles principales de Dublín, ayer estaba llena de gente. Había villancicos de fondo, mujeres paradas ante escaparates con zapatos de 150 euros y nieve en la estatua de Molly Malone

Los irlandeses se debaten entre la incredulidad y la dura realidad de un ajuste que pagarán durante muchos años
Los irlandeses se debaten entre la incredulidad y la dura realidad de un ajuste que pagarán durante muchos añoslarazon

El ambiente no podía ser más navideño, más normal, más comercial. Nadie diría que el día anterior, en esta misma ciudad, la capital de Irlanda, 100.000 personas se manifestaban contra un rescate ya inevitable.

Ingresar dinero como sea

Sólo cuando uno entabla conversación con uno de los músicos callejeros vuelve a la realidad. «Los jóvenes tocábamos por aquí los fines de semana para ganarnos un dinerillo extra. Ahora esto se ha convertido en nuestro modo de vida. No hay trabajo y hay que llevar dinero a casa como sea», matiza. En el último año, el paro en la república ha subido dos puntos porcentuales, hasta situarse en un 13,6%. El compromiso es dejarlo en menos del 10% cuando concluya el plan de austeridad en 2014.

El ambiente de Grafton Street es, por tanto, tan sólo un espejismo, una alucinación que, por segundos, engaña a los que quieren olvidar el déficit del 32%.

No es el único ejemplo. Este fin de semana se ha podido ver cómo algunos ricos (especie ya en extinción) salían de los hoteles con SPA y pagaban en recepción el champán consumido en la habitación. La verdad es otra. En los últimos 13 años, el número de hoteles se ha duplicado. En 2002 había 40.000 camas disponibles. Ahora hay 61.000. La mitad de los hoteles se encuentra en dificultades financieras y alrededor de 150 podrían cerrar sus puertas.

En las oficinas de Google tampoco se sentía especial angustia por los recortes de Brian Cowen. La estadounidense fue una de las multinacionales que se sintió atraída desde el primer momento por el impuesto de sociedades del 12,5%. La plantilla de su filial en Dublín se ha triplicado desde 2006 y actualmente cuenta con 2.000 empleados. Sin embargo, tan sólo el 20% es irlandés. A pesar de que el grupo traslada una gran parte de sus ingresos a Irlanda, para evitar los altos tipos impositivos de EE UU y otros países europeos, los beneficios no se quedan en la república. La filial en ese país paga 5.400 millones de dólares en derechos a una sociedad llamada Google Ireland Holdings, que se declara gestionada en las Bermudas.

Mejor para algunos
Los jóvenes que entran y salen de sus oficinas de cristal ataviados con trajes de marca y ordenadores último modelo no representan por tanto a la sociedad del que fuera Tigre Celta. «Muchos vivimos ahora incluso mejor. Yo llegué hace tres meses y pago un alquiler mucho más bajo que mis compañeros. Tenemos el mismo salario, pero todo está más barato», dice un danés. El que quiera ver espejismos estos días en Irlanda puede encontrarlos sin problemas. Pero tan sólo son eso, pequeños oasis en medio de un desierto cubierto de billetes por valor de 85.000 millones.


1.500 pubs han cerrado
El pasado viernes por la noche, uno también podía olvidar las consecuencias de la crisis si tomaba una pinta Guinness en el mítico Temple Bar. Era difícil llegar siquiera hasta la barra. No cabía ni un alma.
Un grupo de ciudadanos suizos, eufóricos con la música en directo, celebraba la despedida de soltero de uno de sus compañeros. «¿Es a este país al que tiene que rescatar el FMI?», gritaba uno de los jóvenes animado por la felicidad de la cerveza negra. Lo cierto es que en lo que va de año, los irlandeses han gastado un 14% menos en tabernas y restaurantes. Alrededor de 1.500 «pubs» han tenido que cerrar sus puertas y cerca de 10.000 empleados del sector se han quedado en la calle.