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Se busca discurso

La Razón
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El fervor por las primarias decae porque el efecto movilizador que se buscaba ya no es la clave. «Nosotros solos y con estas manitas». Éste fue el lema de Rubalcaba en campaña: los socialistas solos frente a la crisis, los únicos que piensan en el bienestar de España. ¿Resultado? Los votantes le han cortado las manos. Dos de cada diez electores socialistas se han ido con otro. Del millón y medio que han perdido, sólo doscientos mil han ido a IU. El fervor por las primarias decae porque el efecto movilizador que se buscaba ya no es la clave. El domingo comprobó el PSOE que su avería no es la pereza de sus votantes, sino la fuga multitudinaria. Salvo enorme sorpresa, el cartel será Rubalcaba. Su principal rasgo es su contraindicación: la veteranía. No es sólo que esté muy visto –Rajoy también lo está–, es que está muy visto junto a Zapatero, formando parte de la misma gestión que ha sido vapuleada en las urnas. Los chaconistas han puesto en circulación un eslogan corrosivo: «Los abuelos no suceden a los nietos». Las nietas mudas, tampoco. El cartel, en todo caso, no es el principal obstáculo. La avería gorda es el discurso, o su ausencia. Al PSOE no le ha funcionado la campaña de autorreivindicación –«estamos garantizando el bienestar de los próximos veinticinco años»– y tampoco el discurso de erosión del adversario –«el PP pone palos en las ruedas y ansía que vayan mal las cosas»–. Cara a las generales, a Rajoy le sigue valiendo el estribillo del «váyanse», pero el PSOE requiere de un planteamiento nuevo. Los populares ya eran gobierno en regiones donde el paro anda disparado con las cuentas públicas en rojo; el castigo a esos gestores, sin embargo, no ha existido. Si en autonómicas no ha funcionado el reproche a Rajoy, difícilmente va a funcionar en las próximas. La identificación total del Partido Socialista con la personalidad de su líder juega en contra de sus expectativas. Rodríguez Zapatero monopolizó el concepto «políticas de izquierdas» hasta tal punto que ha sido de izquierdas, en cada momento, lo que a él le interesaba que lo fuera. Abusó tanto de ese juego que buena parte de los españoles identifica ahora «gobierno de la izquierda» con «forma de proceder de Zapatero». Los votantes defraudados que han buscado otras siglas equiparan PSOE con diagnóstico erróneo de los problemas, simplificación de los fenómenos complejos, cambio constante de criterio y descubrimiento tardío –y a la fuerza– de la relevancia de la prima de riesgo. El presidente lo fió todo a la confrontación ideológica en los dos primeros años de la presente legislatura (cuando satanizaba las recetas del FMI frente a la indolora salida socialdemócrata de la crisis) que cuando tuvo que refutarse a sí mismo y abrazar la doctrina del ajuste fue incapaz de llevar consigo a un electorado que había interiorizado, a base de escucharle, que el recorte y las reformas eran cosa de derechistas antisociales, ricos y especuladores. Él tendió la trampa y acabó metido en ella. Atrapado con él, su partido.