Cambios climáticos
Cuando es peor el remedio por José Antonio VERA
El aire acondicionado es fenomenal, porque nos permite sobrellevar el verano sin la calorina de antaño, cuando viajar en coche por La Mancha era como entrar en el infierno, y dormir en Madrid se convertía en una proeza. Recuerdo con pavor aquellas madrugadas en las que no corría ni una brizna de aire y te pasabas la noche dando vueltas sin pegar ojo, teniendo que trabajar ocho horas seguidas al día siguiente. Afortunadamente ahora el acondicionador de aire nos permite dormir y trabajar a gusto en la oficina. Siempre y cuando no se cometan excesos. Que por desgracia ocurren. Cada vez que viajo a Norteamérica o al Caribe me cuido de llevar a mano una chaqueta, pues en la mayor parte de los establecimientos tienen el frío artificial a quince o dieciocho grados, y es como si pasaras al invierno en pleno verano. ¿Por qué? Hice muchas veces esta pregunta a la gente en estas latitudes y contestan que el público lo quiere así.
Alguno va más allá y dice que es para evitar que los mosquitos entren en las casas, explicación que tiene sentido porque lo de los insectos en estos mundos tropicales es horroroso. Otros argumentan que es para combatir a las bacterias y los virus, planteamiento idiota puesto que se da la circunstancia de que estos microorganismos actúan mejor a esas temperaturas. Y luego está el ruido. Hay máquinas del pleistoceno tecnológico que te machacan los oídos sin dejarte dormir. Tiene el frío acondicionado evidentes ventajes. Gracias a él podemos usar el coche en las ciudades, y trabajar sin miedo a deshidratarnos, y dormir tapado con una temperatura más que agradable. Pero siempre debemos estar vigilantes porque el exceso de este frío es causa de no pocos problemas de salud. La sequedad ambiental que origina es un factor irritante rino-faríngeo, produce sequedad de ojos e irritaciones dérmicas. En personas susceptibles, faringitis, y en los usuarios de lentillas, imposibilidad de usarlas. Al pasar de un lugar sin aire a otro con mucho frío, se produce un cambio brusco que da lugar a reacciones con sudoración, sensación de mareo y síncope. La inhalación directa de aire frío disminuyen las barreras defensivas del epitelio bronquial haciéndole más vulnerable a las infecciones.
Las «torres de refrigeración» favorecen el crecimiento de microorganismos, siendo característicos la Legionella y los hongos Aspergillus. La Legionella anida en los sistemas de humidificación y en las torres de vaporización, lo que hace que la infección pueda transmitirse por las conducciones de aire.
Los efectos nocivos del aire acondicionado se pueden reducir poniendo una temperatura excesivamente entre 22 y 25ºC. Yo la pongo a 26 y me va fenomenal. Eso si, el problema viene cuando pasas a un restaurante y lo tienen a tope, entre 15 y 18 grados. Nada mas entrar, ya tienes ganas de salir. Y a veces, tras dos o tres horas de mesa y sobremesa, te quedas congelado, con dolor de garganta y articulaciones, llegando a la conclusión de que el remedio es tan malo como la enfermedad.
✕
Accede a tu cuenta para comentar