Crítica de libros

Eguiguren el incontinente

La Razón
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La incontinencia verbal de este hombre, que estuvo ya durante los gobiernos de Aznar negociando con ETA a través de los batasunos, pone en aprietos al PSOE, que niega lo que ha vivido en primera persona un enviado especial, hoy convertido en testigo incómodo. En realidad, Eguiguren no hace otra cosa que trabajar por la paz: dejar en paz a los muertos y no nombrarlos, dejar en paz a sus asesinos y sacarlos de la cárcel, y dejar a las víctimas en la paz de los cementerios, poniéndoles flores a sus muertos, porque las víctimas, como dice un documento de ETA, se sienten «cómodas» cuando les matan a alguien y les dan el pésame importantes personalidades. Eguiguren, «El incontinente», el que certifica punto por punto todas las manifestaciones que ha ido haciendo su paisano Jaime Mayor Oreja, forma parte de esa corriente que quiere mirar hacia adelante y enterrar el pasado con la misma discreción con que, en tiempos, se enterraba a esas víctimas que incluso algunos sacerdotes vascos les negaban un responso. Seguramente, si Eguiguren, «El incontinente», hubiera tenido influencias en la Europa de 1946, cosa imposible porque aún no había nacido, no se habrían celebrado los juicios de Núremberg y la sociedad alemana hubiera mirado hacia adelante, con el mismo entusiasmo con que nuestro protagonista consulta los mensajes del teléfono móvil o sonríe con gracejo a sus rivales políticos. Hay un alto porcentaje de vascos que opinan como «El incontinente», y quieren dejar atrás algo que les molesta; olvidarse del tiempo en que en las cenas de amigos, cuando aparecía la noticia de un atentado, nadie se atrevía a criticarlo por si algún Eguiguren estaba sentado a la mesa; relegar la época en que los peneuvistas se referían a los aprendices de asesinos como «los chicos», hasta que los chicos se convirtieron en asesinos de provecho, e incluso los amenazaron a ellos mismos; arrinconar tanto oprobio, tanta falta de gallardía, tanto silencio cobarde que ha denigrado a una sociedad que asistía a la extorsión con la mansedumbre contraria a su leyenda de valor. Porque los únicos valientes eran los que recibían el tiro en la nuca o los castellanos que iban destinados a esa Guardia Civil que los protegía y que ahora quieren despachar; omitir esos años de plomo y, como dice Eguiguren, no presionar para que los sicarios pidan perdón, acaso dentro de un par de años, y trabajar para que en el PSOE haya alguien –son palabras de «El incontinente»– que sepa gritar «¡Viva Catalunya!» o «¡Gora Euzkadi!» mejor que «¡Viva España! »
Lástima que un hombre tan trabajador por la paz del territorio vasco la quebrara en su propio territorio, en su hogar, y le diera una paliza a su esposa que le produjo hematomas y contusiones en la zona parietal y occipital, en los hombros, brazos, codos, manos, glúteos y muslos, lesiones que tardaron en curar un total de 20 días y por las que fue condenado a 17 días de arresto. Y es que el problema de la incontinencia estriba en que, muchas veces, no se queda sólo en lo verbal.