Castilla y León

A mi amigo Juan Mari por Víctor M Paílos

La Razón
La RazónLa Razón

Llevas varios días en la UCI después del brutal accidente que sufriste la semana pasada en la carretera. Mientras espero ver de nuevo la luz de tu rostro, te escribo para recordarte como si te hubieras ido por un tiempo, el que la tecnología sanitaria necesita para devolvernos tu cuerpo, roto a consecuencia del terrible impacto soportado en un instante. En un instante pudo suceder un milagro, como me contaba estos días tu madre, y el milagro sucedió: el milagro de haber sobrevivido. Estar vivos es cada día, en realidad, un milagro. Pero a veces tiene que suceder un segundo milagro para que caigamos en la cuenta del primero. A veces tienen que pasar cosas en la vida para poder sentir la vida.
Nos conocemos, mi querido amigo, desde hace muchos años. Juntos estudiamos teología y tú fuiste entonces mi mejor lección de teología. Si la teología es la experiencia de un Dios vivo, en pocos lugares como en tu mirada y en tu palabra he encontrado yo tanta vida. Y, si la vida de Dios es el amor, tú has querido ¡a tanta gente!

Te has pasado la juventud derramando tu gracia y tu tiempo entre cuantos, de todas las edades, hemos encontrado en ti al sacerdote y, sobre todo, al amigo.

Porque tu sacerdocio, Juan Mari del alma, es el sacerdocio de la amistad, de la ternura, del corazón. Has sido siempre un hombre profundamente sensible al bien y a la belleza en quien he podido hallar ese espejo caritativo que todos necesitamos: el espejo en el que podemos ver lo mejor de nosotros mismos. Y el espejo también en el que la mezcla que somos por dentro cada uno aparece con claridad sin ira.

Por todo esto te espero, te esperamos.

Ponte bueno pronto.