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Los viejos del lugar

La Razón
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Me cuenta un analista financiero muy mediático que el otro día se subió al taxi y el conductor le preguntó a bocajarro: «¿Cómo ha ido la subasta del Tesoro?». En Madrid hay taxistas que, cuando reconocen a un tertuliano, le piden opinión sobre el diferencial con el bono alemán y hacen comentarios del estilo «ya verá lo que tarda Moody's en rebajar nuestra deuda a bono basura». Admitamos que la omnipresente crisis económica ha ayudado a popularizar conceptos restringidos antes a los diarios financieros, las agencias de valores y los altos despachos del Ministerio de Economía y de la Banca. Hace un año se debatía en las tertulias sobre liberalismo y socialdemocracia, hoy sobre las emisiones de deuda pública y el enorme melón de la deuda privada. Blanco ya no arremete contra los neocon, sustituidos, en su papel de madrastra, por los pregoneros de noticias falsas y los anónimos especuladores (ojo a la señora Merkel, con esa cara que se le ha puesto de Angela Channing). En junio de 2009, los políticos en campaña nos dijeron –causa melancolía releerlo– que el futuro de nuestras vidas dependía de cómo quedara conformado el Parlamento Europeo. Por Estrasburgo pasaba la salida de la crisis, manda huevos. De López Aguilar nunca más se supo; Mayor Oreja retomó su monotema de «aquí siempre gana ETA». En tiempos de confusión y desafecto, reverdecen las viejas glorias. Felipe habla a todas horas; Solbes se reivindica a sí mismo y Solchaga se duele por la escasa talla de los actuales líderes europeos, es decir, de Zapatero. Los veteranos sin cargo despellejan en privado al líder que recuperó el gobierno que ellos perdieron. La segunda ley de la política dice que quien te precedió en el cargo te hará llorar. La primera, que el paso del tiempo mejora notablemente los recuerdos. Aquellos que una vez fueron alguien siempre creerán que ellos lo hicieron mejor y que, de estar hoy en el poder, también lo harían. A poco de abandonar la política por el caso Rubio (año 95), Solchaga auguró una «fuerte recesión» para 1999 que nunca se produjo. De gurúes fallidos está la hemeroteca llena. Ahora vuelven a cultivar la milonga de que este Zapatero, obviamente errático y aficionado al parcheo, fulmina veteranos y promociona pocoyós. Con tres vicepresidentes que superan de largo la sesentena, cuesta tomarse en serio que el presidente orille a los mayores. Se le podrá discutir su acierto a la hora de elegir entre la legión de canosos que suspiran por ser convocados a la salvación de España, pero alergia a los viejos no tiene, si acaso siente alergia por aquellos que le tratan como a un pelele. Cuídese el presidente de los cierres de filas porque le están sembrando el despacho de crisantemos. El difunto abuelo de Majaelrayo volvería a estar perplejo: «¿Y dice usted que al presidente rojo le han partido la ceja con el palo de una pancarta? ¿Y que P.P. ya no es Partido Popular, sino Partido de Poder, porque alcanzarlo es su único programa? ¿Y el Madrid qué, otra vez campeón de nada?».