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OPINIÓN: Entrenamiento

La Razón
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Cada año muere gente por pegar un volantazo e invadir el carril contrario por no cargar sobre su conciencia la muerte de un perro. Bueno, pues hay ciertas cosas que hay que tenerlas resueltas de antemano o luego resulta demasiado tarde para elegir entre un perro y un humano. La tan incomprendida disciplina militar acostumbra a la gente a tener reacciones automáticas, innegociables en cumplimiento del denostado deber. Por eso a los pilotos de avión les exigen girar siempre a la derecha si perciben un peligro de frente, porque si dos aviones se aproximan peligrosamente el giro a la derecha de ambos los alejará; hay también un cierto automatismo a la hora de llenar botes salvavidas (ya saben, mujeres, niños y profesores de Derecho penal en primer lugar) y un reflejo condicionado en los capitanes bien formados, que no abandonan el barco hasta asegurarse de que nadie más queda a bordo. Todos esos automatismos fallaron en el caso del capitán Schettino, que menuda ruina se ha buscado, sobre todo desde que sabemos que abandonó la nave y lo primero que hizo fue llamar a su mamá no fuera que la pobre sufriera al no tener noticias de su nene. Esos automatismos que no funcionaron se inculcan a base de leña o no se aprenden nunca. Un oficial británico, herido de guerra por una acción heroica, fue condecorado por la Reina Isabel II que, al imponerle la medalla, le dijo «has sido valiente», a lo que el oficial contestó «es cuestión de entrenamiento, majestad». Pues eso: que al capitán Schettino le faltó entrenamiento o le sobraron cenas de gala pero algo elemental falló en su formación y ahora tenemos doce muertos certificados y otros muertos a los que, de momento, prefieren llamar desaparecidos.