Sevilla

OPINIÓN: Defensor leñero

La Razón
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La primera excursión de El menor pecado literario de Pepe Barranca, créanme, fue su carta de adhesión a su conmilitón y tocayo Mena cuando la brigada blindada de la corrección política lo aplastó por recitar un artículo de la Constitución en público. Seguramente, fue ésa la batalla más atinada de las muchas que ha emprendido en su larga trayectoria de grafómano de Internet. Al cabo, no es justo purgar a un militar por hacer uso de un derecho universal como el de expresión. Se montó la zapatiesta porque algún redactor progre y cabroncete (valga, casi, la doble redundancia) extrajo los cortes con profesionalidad, o sea con mala leche, que es como se hacían las cosas en el viejo periodismo. Pero como el ministro de Defensa de entonces, el inefable Bono, es más de acaparar portadas que de la Carta Magna, se cargó al teniente general. Barranca lo apoyó, sí, con el exuberante verbo que le es propio. Y ello le ha valido el desprecio, más de un lustro después, de la menguada izquierda municipal, que ni siquiera se reúne con él. Una tontuna propia de la cursilería zurda. Si llegan a leer algunos e-mails que, entre bromas y veras, ha hecho circular, lo deportan a Siberia.