Estados Unidos
La libertad en internet
Hace pocos días, Hillary Clinton pronunció un discurso sobre la libertad e internet. No es la primera vez que lo hace. El año pasado pronunció otro, donde insistió en que países como China, Irán y Siria deben garantizar el acceso a internet a sus ciudadanos. El asunto se ha convertido por tanto en una de las líneas maestras de la política exterior norteamericana. A diferencia de aquel primer discurso, sin embargo, el más reciente elabora una auténtica doctrina con respecto a internet.
Clinton mantiene que no se puede parcelar internet en campos aislados, en los que se podrían practicar actividades sociales o económicas sin entrar en el terreno político. A la hora de hablar de libertad, hay que tener en cuenta la totalidad de internet globalmente. Por otra parte, la libertad en internet no está garantizada de por sí. Exige también proteger la confidencialidad de las comunicaciones y, en un sentido más amplio, la seguridad frente a quienes pretenden sabotear el sistema y acabar con los derechos fundamentales. Clinton subrayó su compromiso y el de su gobierno en una política respetuosa con el pluralismo en internet, incluso ante la expresión de opiniones ofensivas, extremistas o peligrosas. Eso no quiere decir, subrayó, que internet deba ser ajeno a la ley. Al contrario, dedicó la parte central del discurso a analizar el necesario equilibrio entre libertad y seguridad, transparencia y confidencialidad, tolerancia y «civilidad». Todo conducía a la misma conclusión: la libertad en internet ha pasado a ser objetivo estratégico de la política norteamericana.
El discurso de Hillary Clinton se sitúa en un proceso de cambio rápido y profundo. Los países desarrollados han lanzado el programa O3b Networks, que posibilitará a partir de 2013 el acceso a internet de los países menos desarrollados, lo que les proporcionará una herramienta económica fundamental, capaz de reducir las distancias. Wikileaks, por otra parte, ha revelado la fragilidad de la confidencialidad y los riesgos de la exposición a los que todos –y no sólo los gobiernos– nos enfrentamos en internet. Los derechos de autor son un elemento más de este debate. Políticamente, Clinton hablaba con el trasfondo de la revuelta en los países árabes. El discurso ha servido para paliar la sensación de falta de claridad que la política exterior de Estados Unidos viene dando desde hace tiempo. La valentía con la que la Secretaria de Estado ha hablado de China y de Irán, y la promesa inequívoca de apoyo a quienes no se resignan a seguir viviendo en dictaduras incompetentes, marca casi una nueva «agenda de la libertad», como las de Reagan y las de Bush (hijo). Los medios no son los mismos, pero de creer a Hillary Clinton, Estados Unidos estaría dispuesto a volver a liderar la promoción de la libertad. El discurso, además, pasará a ser una referencia en el actual debate sobre internet. Da ocasión para meditar sobre por qué los dirigentes europeos no son capaces de reflexionar sobre nuestros problemas con un rigor y una profundidad semejantes.
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