Comunidad de Madrid
Dos hombres y un destino
Se la jugaba Zapatero, cierto, pero el futuro político, la credibilidad y el poder de alguien más estaba en juego. Sin duda, hablamos de José Blanco, el todopoderoso vicesecretario general del PSOE y ministro de Fomento, pero también de Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro de Interior y «perejil» de todas las salsas que se cuecen en el PSOE.
Trabajadores infatigables, conspiradores de día y noche, estrategas a tiempo completo, oráculos de Zapatero, la relación entre ambos no siempre fue tan estrecha como ahora. En 2000, sólo tenían en común la desconfianza mutua y el carné del partido. Rubalcaba, a diferencia de José Blanco, no apostó por Zapatero en el XXXV Congreso Federal del PSOE. Su «hombre» era entonces Bono. Tuvo que pasar casi un año hasta que el hoy presidente del Gobierno y su incuestionable número dos empezaron a valorar el trabajo de Rubalcaba, que se dejó la piel para ganarse la simpatía del nuevo jefe. Fue él el artífice, amanuense y muñidor del pacto por las libertades y contra el terrorismo que Zapatero firmó con el PP de Aznar desde la oposición. A partir de ahí la relación se estrechó en el triángulo más influyente del PSOE (Zapatero-Blanco-Rubalcaba). No hay decisión que Zapatero no consulte con ellos, «maniobra» que no se cueza en el PSOE sin su conocimiento y estrategia que no cuente con su visto bueno.
En junio, sin embargo, según se produjo la primera quiebra de confianza entre Zapatero y el dúo más activo del socialismo. Ambos diseñaron una remodelación de Gobierno, filtraron nombres, sacaron a unos, metieron a otros… hasta que toparon con Pajín, la número tres del PSOE. La cohabitación entre la secretaria de Organización del PSOE y Blanco no ha sido fácil desde que Zapatero la llevó a la sala de máquinas del socialismo. A Rubalcaba y a Blanco se le atribuyen, con razón o sin ella, algunos de los resbalones que Pajín haya podido tener en estos dos años y medio. El caso es que a oídos del presidente llegó una supuesta operación de la «pareja» Rubalcaba-Blanco para que Pajín entrara en el Gobierno y dejara la secretaría de Organización del PSOE. No tuvieron en cuenta dos datos: uno, que la secretaria de Organización la elige un Congreso; dos, que Pajín es intocable para Zapatero. Ah, y un tercero, que a los ministros los nombra el presidente. La «maniobra» molestó profundamente al líder del Partido Socialista, que abortó sus planes de cambio en el Gobierno.
Leire Pajín había defendido, además, la autonomía del PSM contra la operación que ya entonces muñían Blanco y Rubalcaba para que Gómez diera un paso atrás como candidato a la Comunidad de Madrid. Así que el «dúo dinámico» se presentó en el despacho del presidente con las encuestas: «Trini puede quitar la mayoría absoluta al PP; con Gómez nos estrellamos». A partir de aquí empezó la enésima batalla diseñada por Blanco y Rubalcaba para convencer a Gómez que abandonara. Nada dio resultado y, aunque en principio Zapatero no lo veía claro, accedió a mediar personalmente en el asunto con la idea de que sólo él podía influir en la decisión de Gómez. «Si yo le puse, yo le podré quitar», creyó el presidente. Erró en el pronóstico y a partir de ahí la historia requiere de poca recapitulación. La operación Gómez traspasó todas las fronteras madrileñas y se convirtió en un asunto de incalculables consecuencias para el liderazgo de Zapatero, del que muchos hacían responsables únicos a Blanco y Rubalcaba.
Una participación activa
Su participación en la campaña de las primarias ha sido muy activa; han enviado a sus hombres por todas las agrupaciones; han informado a la militancia de las consecuencias de uno y otro escenario; han llamado al orden a no pocos cargos orgánicos e institucionales… Hubo quien vio en su empeño un intento de dibujar por anticipado el «postzapaterismo».
Rubalcaba, según esta versión, querría ser el próximo candidato del PSOE a las elecciones de 2012; Blanco volvería a tomar las riendas del PSOE como secretario general. Ambos niegan la mayor y defienden con ardor la causa del «zapaterismo» hasta el punto de que sus pasos no tienen más respuesta que la lealtad que profesan al número uno.
En todo caso, con las primarias, estaba en juego su destino, su autoridad en el PSOE y su futuro político. ¿O no? A saber. Ambos son especialistas en superar todo tipo de adversidades. Su capacidad para la intriga y la política dura está fuera de toda duda.
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