Conciertos

El «Boss» golpea Madrid

El «Boss» golpea Madrid
El «Boss» golpea Madridlarazon

La casualidad quiso que, pasada ya la medianoche, el concierto de Bruce Springsteen en Madrid coincidiese con el primer aniversario de la muerte de Clarence Clemons, su inseparable saxofonista, fallecido el 18 de junio de 2011. A él dedicó el «Jefe», como viene haciendo a lo largo de esta gira, el emotivo soul de «10th Avenue Freeze Out», un canto a la amistad en un domingo que se convirtió en una bendita celebración.

El «Boss» no necesita fuegos de artificio ni otros trucos para llevar a su terreno a una audiencia entregada de antemano, disfrutando de cada actuación como si fuera la primera vez. No faltaron canciones como «Surrender», «Death to my hometown», «She's the one», «The rising», «Murder Inc.», la intensa «My city of ruins», el himno inagotable que es «Because the night», una soberbia «Spirit in the night», la juguetona «Shackled and drawn» o «Waitin' on a sunny day», en la que Springsteen sacó a un niño, camiseta de «Born in the USA» incluida, para cantar con él.

Bola de demolición
Incansable, con su habitual vestimenta oscura, fue alternando algunos de sus grandes clásicos con canciones de su último trabajo, «Wrecking Ball», dejando que la bola de demolición muestre sin poesía las miserias de la crisis que padecemos. «El banquero engorda, el obrero adelgaza, lo he visto antes y ocurrirá otra vez», canta en «Jack Of All Trades», tema que en el Santiago Bernabéu se vivió con las luces de los móviles haciendo las veces de los viejos mecheros. «Sé que aquí los malos tiempos son incluso peor que en mi país. Nuestro corazón está con vosotros», dijo el de Nueva Jersey en un esforzado español. Pero más allá de la crónica política, de los mercados y del diferencial con el bono alemán, a lo largo de la noche se impuso la febril música de Springsteen y compañía, en un concierto que fue una exhibición de músculo, a lo que contribuye de forma decisiva la presencia de la E Street Band, soberbia y versátil como siempre, superando los golpes que ha sufrido estos últimos años, desde la muerte en 2008 del teclista Danny Federici a la del gigante Clemons, sustituido ahora por su sobrino Jack, subrayando de paso el espíritu de fraternal unidad que ha rodeado desde su creación a la histórica Banda de la Calle E, imponente en conjunto y certera en cada una de sus individualidades, de las guitarras de Steve Van Zant y Nils Lofgren a la batería de Max Weinberg.

Aún hubo más: «Spanish eyes», una rareza en directo, y sobre todo la aparición de Southside Johnny, otro de los grandes nombres de Jersey, con quien el «Boss» hizo una divertida «Talk to me». Todo lo necesario para recorrer la tradición americana, la comunión del soul y la genuina épica del rock, que Springsteen maneja como nadie, abordando ya en los bises las coreadísimas «Land of hope and dreams» (tema que figura en este último álbum, pero que es habitual en sus directos desde hace años), «Born in the USA» o «Born to run». Lo justo para disparar los niveles de excitación y poner el concierto en un terreno que Springsteen transita con paso firme, conocedor de que a sus 62 años manda y disfruta como nunca. Como siempre.

 

Y Bruce se acordó de Nacho
La campaña para que Bruce Springsteen dedicara una canción a Nacho, el joven mallorquín de 20 años, que murió el pasado 7 de junio víctima de un tumor cerebral, había aumentado su actividad vía Twitter estos últimos días. Su sueño era estar en Madrid, y estuvo en el recuerdo de todos cuando el «Boss» le dedicó «The river», dando cuenta una vez más de su complicidad con un público al que mima de principio a fin.