CE

La salida es más Europa por Pablo Arias Echeverría y Gabriel Mato

La Razón
La RazónLa Razón

La historia de la Unión Europea es sin duda la historia de un éxito. En la primera mitad del siglo XX, Europa estaba inmersa en múltiples conflictos internos por diferencias comerciales, culturales, territoriales, étnicas o religiosas, por citar sólo algunas. Cualquier incidente diplomático bastaba para provocar una guerra. Los acuerdos de la CECA de 1951 supusieron la materialización de una idea que sin duda ha traído a la Europa que hoy conocemos paz y prosperidad.

Las generaciones que hoy convivimos en la UE no conocemos la guerra gracias a aquellos acuerdos y sus consecuencias. El diálogo entre los estados europeos durante todos estos años ha servido para seguir creciendo y hacer más Europa, pero ya no es suficiente.El corolario de las revoluciones industriales ha sido sin duda el escenario en el que los europeos nos hemos sentido más cómodos para resolver diferencias y crecer en términos comerciales y económicos, y así poder competir con otras zonas comerciales en el mundo. Pero también existían problemas. El primero, la mediocridad del egocentrismo. Los países europeos tenían en demasiadas ocasiones posturas muy proteccionistas con la excusa de defender sus intereses nacionales, algo que no era tan relevante durante las épocas doradas del crecimiento pero que hoy supone un lastre con el que no podemos avanzar. Estamos viviendo un momento histórico, la revolución digital, en el que Europa no ha encontrado aún su sitio. No hemos sabido adaptarnos a tiempo a una coyuntura rupturista, lo que ha provocado el inevitable menoscabo de nuestra credibilidad y una peligrosa pérdida de posiciones con respecto a nuestros competidores.

Por otro lado, prácticamente se ha duplicado el número de socios en los últimos años, pero ha sido un crecimiento ficticio, sin la necesaria madurez de la UE para gestionarlo. El Club de Berlín es una buena iniciativa, pero los europeos no podemos volver a caer en los mismos errores. La Transición española fue un éxito porque todos los actores formaron parte de ella. Y el resultado ha sido más de tres décadas de democracia, paz y y prosperidad. En el Club de Berlín sólo hay once de los 27 estados miembros, una situación que debería subsanarse para enfatizar el interés común.

El proyecto europeo sólo es viable si generamos la suficiente credibilidad para competir en un mundo globalizado, y para eso es necesario que Europa tenga una sola voz. A día de hoy, las prerrogativas no otorgan a la Presidencia del Consejo un liderazgo que es cada vez más necesario. El Consejo debe delegar poderes a un líder capaz de resolver la toma de decisiones de una manera dinámica y contundente. Ya no son viables 27 voces para cada asunto que se trata en el seno de la Unión. Si no resolvemos estas cuestiones con firmeza, no podemos descartar que las economías de mayor envergadura sufran los avatares de los mercados. Está en juego algo más que la credibilidad de la Unión Europea.