Historia

Crítica de libros

Manual automático por José Jimenez Lozano

La realidad no es la realidad, sino lo que se nos dice que es la realidad, y debe imponerse a la realidad real, si es que somos modernos y tenemos educación política.

La Razón
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Don Patricio de la Escosura fue un romántico señor, que estuvo en las alturas de la política con mando durante cuarenta años, y que daba sus impresiones ante cada resultado electoral, diciendo algo así como que «parecía que íbamos a ganar los conservadores, pero hemos ganado los liberales». Y esto, se diga lo que se diga, más que un cambio de chaqueta indica la posesión de un tipo al que todas las chaquetas le quedan bien, y no veo yo que el asunto sea especialmente reprochable, aunque sí que, para ser mantenido como teoría de conducta y para su correspondiente práctica, precisa al menos tener a las musas de su parte, una cierta consistencia de rostro, tal y como don Patricio de la Escosura tenía. Además de que, como militar de carrera, no era nada dado a análisis que no fueran prácticos ni a retóricas de cualquier clase. Y lo cierto es que, en la vida civil de las gentes, al hombre corriente le sucedía lo mismo; le bastaba y sobraba como punto de referencia o señas propias de su identidad, y colmo de sus necesidades ideológicas, sentirse español, la memoria de haber servido en Infantería, Artillería, o Intendencia, haber hecho unas oposiciones, y lo demás le importaba más bien poco. Fue más tarde cuando se convenció a este hombre normal y corriente de su obligación de tener y mostrar, no solamente una simpatía o hasta una cierta querencia o espíritu de clientelismo hacia este o el otro partido político, como se hacía con los toreros, o con las obras del género chico, sino toda una doctrina, y un modelo de actitudes: es decir, todo un manual de manejo del cerebro que, comenzando por enseñar las reacciones que se deben tener y lo que se debe pensar y defender en cada circunstancia, es un centón de respuestas invariables para todo, y susceptible de ser aprendido en un par de horas. Ha sido el mayor de los inventos ciertamente. Decía Leszek Kolakowski que con el lenguaje de la escolástica marxista se puede hablar de cualquier cosa sin haber estudiado una palabra sobre ella; pero también está la otra teoría del conocimiento, que dice que la realidad no es la realidad, sino lo que se nos dice que es la realidad, y debe imponerse a la realidad real, si es que somos modernos y tenemos educación política. Charles Coutel explica que promovido por los jefes del Mayo francés del 68; «el ‘‘pensamiento único'' es el proceso por el cual ponemos nuestros pensamientos y palabras en piloto automático. Es el exacto momento, mortal para las repúblicas, en el que la tiranía de la mayoría se dobla con la tiranía de la incompetencia. Todo el mundo parece comprenderse usando términos que nadie definió jamás verdaderamente. Estas dos tiranías, en las que repararon ya Montesquieu y Tocqueville, constituyen el marco político y filosófico en el cual se promueven los nuevos conformismos. Se repite lo que dice la mayoría, aun si esto rompe con el buen sentido y los valores heredados. Razón por la cual nuestros dos filósofos temen el retorno, siempre posible, del despotismo, en el seno de las democracias».Pero el manual automático siempre tiene razón y contestaciones para todo; es aplicable lo mismo a la guerra de Afganistán que a cualquiera otra cosa, incluído el cambio climático, gastos fabulosos para ahorrar, o regulación de la libertad religiosa, y toda otra clase de oxímoros. Y ahí sigue el señor Kant, aunque ya con voz muy bajita y que apenas se oye –porque habla desde trescientos años atrás y no deben importar tales antiguallas– diciendo lo de «Atrévete a pensar». Porque donde esté un manual o ideología con soluciones para todo, ¿para qué vamos a hacer más esfuerzos? Y parodiando lo que dijo acerca de la libertad, una de las mentes pensantes de uno de los manuales al uso, nos preguntamos: «Pensar, ¿para qué?». Nada puede suceder sin que el manual no nos lo explique a satisfacción.