Estados Unidos

El siseo de la serpiente

La Razón
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Ha sido muy reconfortante que Zapatero, Rubalcaba y Rajoy aparejaran sus discursos institucionales sobre el comunicado de ETA. Que, además, lo hicieran en el fragor de la batalla electoral añade a este gesto de unidad un plus de valor democrático y de calidad moral tan poco usual en la refriega política. Sería una lástima que las apetencias partidistas lo arruinaran en los próximos días, pero sería una desgracia mayor que la unión de los dos grandes partidos no se mantuviera en tanto ETA no sea desmantelada y sus restos se disuelvan como una gota de ácido en el mar. Porque a lo que ha renunciado la banda es a matar, no a todo lo demás, que es mucho. No ha desistido de juzgar ni sojuzgar la vida política y a sus actores. No ha archivado la amenaza ni la advertencia como método de presión. No ha abdicado de recaudar fondos, naturalmente de «forma voluntaria» y tal vez «altruista». No ha rehusado a dirigir su brazo político, a señalar la senda por la que deben transitar sus adeptos y a ejercer la pedagogía soberanista. No ha renunciado a engrasar periódicamente las pistolas para que el orín no las oxide. No ha cesado en su propaganda internacional ni en su apoyo a otros grupos terroristas como las FARC y Hamas. Trajina para que se le dé de baja en las listas de organizaciones terroristas de Estados Unidos, de la ONU y de la Unión Europea. Maniobra para meter en el mismo saco a sus pistoleros y a sus víctimas. Cierra toda posibilidad a que se esclarezca la autoría concreta de 300 de sus asesinatos. Por supuesto, no ha cesado en su voluntad de captar nuevos militantes y de renovar sus maltrechos comandos, de rehacer su infraestructura de pisos, coches y zulos, ahora ya sin tanta presión policial. Tampoco ha licenciado a sus comandos, con medio centenar de miembros. Y lo más importante de todo: no se resigna a que el Gobierno le dé la espalda sin doblegarse a negociar la excarcelación de los terroristas presos, con Otegi a la cabeza. En suma, ETA no está dispuesta a quitarse la capucha. Si después de este recuento de amenazas aún nos creemos que el terrorismo ha terminado y que ya no es necesaria la unidad de los demócratas, la banda habrá ganado su baza más rentable. Ya no miraremos debajo de nuestro coche, pero sí a nuestras espaldas porque seguimos oyendo el silbante siseo de la serpiente.