San Antonio
Luz de Jávea por Francisco Ochoa
Desde hace unos años, mi mujer, nuestros tres gatos y el que esto escribe pasamos buena parte de nuestro tiempo libre entre los cabos de San Antonio y La Nao, en una luminosa bahía dominada por la ciudad de Jávea de la que es doloroso separarse cuando la rutina nos reclama.
Hay quien afirma que este rincón de la Costa Blanca de Alicante es lo mejor que se puede alcanzar desde Madrid sin utilizar el avión. No van desencaminados, Xabia tiene la sierra a mano (y su verdor y el de los huertos a la vista) y un Mediterráneo deslumbrante rodeándola y llenando de energía y vida cada rincón de sus playas, su puerto y su cuidado casco antiguo.
Al abrigo del Montgó, se pueden ver llegar los pesqueros al caer la tarde, y comprar pescado fresco sin salir de la lonja, disfrutar con un arroz honrado o descubrir que el moscatel de la zona es una delicia asequible que no necesariamente debe ser muy dulce. Y todo ello rodeados de luz. Una luz que enamoró a Sorolla y que a primeras horas de la mañana, cuando se desliza sobre las olas, permite creer muy seriamente en la inmortalidad.
Para sentirlo todo en un instante es necesario navegar unos minutos, pasar el Cabo de San Martín y llegar al remanso turquesa que enmarcan el Cap Negre y la isla de Portixol. Si, cuando el sol despunta, nos dejamos acariciar allí por el mar, será muy difícil convencernos de que la armonía y la dicha pueden estar lejos.
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