Artistas
Pedid por esa boquita
En las aldeas del País Vasco, cuando te mataban al hijo o al marido, sabías quién había sido. Siempre se chivaba alguien: «Vieron al Andoni por el bosque, el día que murió tu chico» o «La cuadrilla de Patxi vigiló el aparcamiento antes de lo de tu hombre». ¿Por qué la gente no mataba a los asesinos? ¿Por qué no sacaba un hombre de sesenta y cinco años –sin nada ya que perder en la vida– la escopeta de caza para vaciarla en casa del enemigo? Porque apostaban por la Justicia. Porque se creyeron lo de la democracia, y el no ser como los malos, y pensaron de verdad en el estado de derecho. Los criminales convirtieron esa circunstancia en un tanto a su favor, y acogotaban a gritos a quienes se manifestaban contra ETA, o llenaban de pasquines el portal de quienes disentían del terror, o pintaban de colores sus vacas (como le hicieron a Santiago Abascal padre), conscientes de que éstos jamás recurrirían a la fuerza para defenderse. La apuesta era a largo plazo: apretar los dientes en el funeral, bajar la vista cuando te cruzabas por la calle con los salvajes y esperar. Venceremos con la ley. Hay que resistir. Y ahora llegan los asesinos, a mantel puesto, y se les invita a buenas comidas y piden por esa boquita, y prometen dejar de matar si logran una parte de lo que pretendían. Ahora negocian el empate, como ha dicho Jaime Mayor. Puafff. Qué asco. ¿Alguien piensa de verdad que la paz se puede construir sobre la injusticia?
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