Valencia

Expresión cultural por Andrés Sánchez Magro

La Razón
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El toreo como una de las bellas artes. También decía Thomas de Quincey «que el asesinato podía ser considerado como tal». ¡Estamos de enhorabuena! Pero no sería aconsejable que lanzáramos las campanas al vuelo por una mera cuestión administrativa. Es evidente que poco a poco se va superando el matrimonio de los toros con el orden público, y con el antiguo ministerio de la gobernación. Los toros son legítimamente tan culturales como el teatro, la pintura abstracta o la danza. Hoy es un debate ya superado que felizmente tiene rango en las estructuras ministeriales. Y como suele ocurrir en todo lo relativo a la fiesta de los toros, las sensaciones actuales son agridulces. Bien está que la tauromaquia dependa de la Dirección de Bellas Artes, Bienes Culturales, de Archivos y Bibliotecas, aunque no está de más recordar la falta de consenso que hay en el mundillo taurómaco. Cómo olvidar la bronca que se organizó por la medalla de Bellas Artes concedida a Francisco Rivera Ordóñez. Y especialmente la calamitosa situación que hoy vive la Fiesta después del varapalo emocional de la prohibición catalana y contra la estupefacción que causan las primeras cartelerías de la temporada, como es el caso de Valencia. Muchas declaraciones administrativas, numerosos regocijos para los que amamos la Fiesta, pero la realidad es mucho más ramplona y de vuelo corto. Ni Canal Plus Toros, ni el denominado G10 y sus voceros negociadores de All Sport Media parecen muy preocupados por si el negocio se llama artístico o con cualquier otro adjetivo. Los males del toreo están en casa, la gente va cada vez menos a las plazas, los momentos de brillantez no son tan continuados y la dimensión artística es un ideal y pocas veces una realidad. Es una buena decisión administrativa la presente, aunque al paso que camina la fiesta de los toros puede acabar encontrando cobijo no en esta dirección general sino en la de arqueología.