Triángulo de hielo

Si analizamos «Tres» según la teoría de los conjuntos, llegaremos a la conclusión de que Tom Tykwer ha representado la relación transitiva entre los elementos que conforman uno de ellos. A la estricta luz de las matemáticas, la película se preocupa más por los números pares que por los primos. Dibuja un triángulo por defecto, porque a la pareja protagonista le cuesta coincidir en el mismo plano, siempre parecen transitar caminos paralelos, y sólo pueden encontrarse en un lugar virtual, el hueco que deja el hombre del que se enamoran a la vez. Y ese hombre es precisamente el punto débil de la película: porque es un conjunto vacío, un pretexto de guión para dinamitar la crisis de los cuarenta de esta gente guapa a la que le parece imposible admitir su fragilidad amorosa.

A Tykwer, que es un formalista a ratos trasnochado, le puede el manierismo de la pantalla partida y la cacofonía de la ciencia infusa, el azar partiendo el mundo en células de simultaneidad. Estos recursos de estilo funcionaban a la perfección en la época de «Corre, Lola, corre», y siguen aportando dinamismo a una trama que de otro modo sería demasiado convencional, a costa de convertir el filme en un artefacto de temporada. Las mejores películas de Tykwer son las más clásicas. «Tres» es fría y frívola a un tiempo: sus estrategias estéticas imponen una distancia con el espectador, y a la vez hacen más digerible una historia contada mil y una veces.