Conciertos

Lecciones de libertinaje

Libertino, en según qué momentos, fue adjetivo de alto riesgo. A Michel Millot, su licenciosa «L'ecolle des filles ou la Philosophie des dames», que escribió a partir de las reflexiones del clásico renacentista Aretino, le costó en el París del siglo XVII la hoguera. Y con él ardieron casi todas las copias del texto, contrario a las buenas costumbres.

María Adánez (izda.) y Cristina Marcos, como Fanchon y Susanne, en el montaje
María Adánez (izda.) y Cristina Marcos, como Fanchon y Susanne, en el montajelarazon

 Pero alguna se salvó y ha llegado hasta hoy en día. En sus palabras, y en el original del «Ragionamenti» de Aretino, se ha inspirado el dramaturgo Paco Bezerra para construir «La escuela de la desobediencia». El Festival de Teatro Clásico de Cáceres estrena mañana este proyecto de Andrea D'Odorico que dirige Luis Luque y que cuenta en escena con María Adánez y Cristina Marcos. «Es la historia de dos primas –explica sobre la obra Adánez–; la mayor, Susanne, visita a la menor, Fanchon, porque sabe que probablemente la van a meter a monja, y antes de que tome una decisión desafortunada, quiere instruirla en la sexualidad. Lo hace en la escuela de la desobediencia, que es una clase ambulante y clandestina».

Recuerda la actriz, que interpreta a Fanchon, que «estamos en el siglo XVII, y la realidad de las mujeres es que sólo tenían tres salidas: o te metían a monja, o te casaban, o eras una cortesana, una prostituta. No podían estudiar ni ejercer una profesión. Ahí empieza el conflicto, y el mensaje de Susanne a Fanchon es: quiero que empieces a aprender por ti misma para que luego puedas elegir, más o menos, qué hacer con tu vida. La sexualidad es aquí un vehículo hacia la libertad». Y explica: «Fanchon es una mujer inquieta, a la que le hubiera gustado ejercer una profesión, que le roba a su padre los libros de la biblioteca».

Cristina Marcos, es decir, Susanne, entiende que el texto sigue de plena actualidad, «si no no se entendería que a muchas mujeres, cuando se quieren separar o ser independientes, les peguen o las maten, o lo que ocurre en muchos países, en los que quieren recibir educación pero no pueden». Pero ambas recuerdan que el montaje es, ante todo, una comedia: «Es un bomboncito lúdico precioso», cuenta Marcos.

Sugerente y elegante
Reconoce Adánez que es un texto picante: «Sí, es sugerente, pero también preciosista, alta comedia fina y elegante, y está arropado por la escenografía y dos músicas en directo, una viola de gamba y una cantante de lírico –Rosa Miranda y María Alegre, respectivamente–. Es de una gran belleza y delicadeza: no hay nada soez». Y aporta Cristina Marcos: «Se habla de amor, pero también de espiritualidad y muchas otras cosas». ¿Y la temperatura de la sala? «Eso depende de cada espectador», dice. Y recuerda: «Me gusta lo que dice el director, y es que desearía que la gente que sale de la función se vaya a casa a hacer el amor».

Otelos y Tartufos
Además de «La escuela de la desobediencia», el Festival de Teatro de Cáceres, que celebra estos días su XXII edición, contiene propuestas interesantes como los cubanos de Mefisto Teatro, con «Donde hay agravios no hay celos», de Rojas Zorrilla (hoy), un «Tartufo» dirigido por Hernán Gené (mañana), «Otelo, el extranjero», con David Boceta al frente y Raúl Prieto como el celoso moro (domingo 19), o el soliloquio de Denis Rafter «Interpretando a Shakespeare» (22). Y entre sus nombres propios, El Brujo y Nuria Espert.