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El fracaso de Gabilondo

La Razón
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El diagnóstico sobre la situación del sistema educativo en nuestro país ofrece poco margen para la interpretación. Las estadísticas nos sitúan en el furgón de cola de Europa, con cifras de fracaso escolar superiores al 30%, que doblan la media de la UE, o en formación, donde el porcentaje de jóvenes que finaliza Secundaria está a 18,5 puntos de la cifra europea. A lo cuantitativo, hay que sumar lo cualitativo, con el deterioro de valores fundamentales para una escuela de calidad como la cultura del esfuerzo, la disciplina, la exigencia o el respeto al profesorado. La fragmentación autonómica es otro rasgo que ha contribuido al declive del rendimiento de nuestros escolares. Este modelo educativo emanado de la Logse socialista ha fracasado estrepitosamente. Hace casi un año, el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, llegó al puesto con el encargo del presidente del Gobierno de lograr un gran acuerdo nacional que supusiera un punto de inflexión en un área estratégica. La propuesta del ministro, que fue sometida para su estudio a los partidos hace un par de semanas, estaba muy lejos de parecerse a un pacto de Estado y se limitaba a un conjunto de medidas aisladas y superficiales que suponían avances en aspectos tangenciales, pero que esquivaban las reformas esenciales. Ya comentamos en su momento que la renuncia a defender el castellano como lengua vehicular del sistema en toda España y a definir temarios troncales comunes, así como las lagunas en el reconocimiento de los derechos de los padres a elegir la educación de sus hijos o la marginación de la asignatura de Religión, convertían la propuesta del ministro en una iniciativa de corto recorrido y alejada de lo que el país necesitaba.Como era de esperar, el Partido Popular anunció ayer que no apoyará el compromiso propuesto por el Gobierno, porque no aborda la catarsis del modelo educativo. Dolores de Cospedal insistió en que el PP cree en la necesidad de esa transformación profunda del sistema, sin que ello suponga «poner ese nombre a cualquier acuerdo que mantenga lo que tenemos hoy». Como en política económica, el principal partido de la oposición ha propuesto a lo largo del proceso negociador los cambios necesarios para combatir con eficacia el fracaso escolar y elevar la calidad de nuestra educación. El ministro Gabilondo, lamentablemente condicionado por sus compromisos ideológicos y por las estrategias partidarias, no contempló ninguno de ellos. No hubo voluntad de desarrollar un acuerdo de Estado real, sino más bien otra operación cosmética que diera réditos políticos, pero no académicos. Concluimos en su día que lo mejor y lo peor del documento del ministro era que no producía ni frío ni calor. El Gobierno no gobierna tampoco en Educación y renuncia a tomar las decisiones adecuadas. La consecuencia es que primero el PP y luego el resto de los grupos se han desmarcado del pacto. Gabilondo anunció que seguirá adelante con su propuesta pese a todo. Es una huida hacia delante sin sentido. Su fracaso ya es evidente y debe asumir esa responsabilidad.