Atlético de Madrid
Al perro flaco
Todo son pulgas. El árbitro la cagó expulsando a Perea, pero los bilbaínos se llevaron los tres puntos del Calderón con todo merecimiento. Al Atleti, los colegiados, lejos de echarle una mano, pueden hundirle, mejor. Pero el problema no está en esos señores que fallan más que una escopeta de feria, sino en un club que no sabe quién es y a dónde va. Ayer se celebraba el centenario de la elástica rojiblanca y quiénes ahora la llevan, que lucir no la lucen, no perdieron la ocasión de arrastrarla por el barro del Vicente Calderón. Aquí sólo sentimos los colores los que llevamos siendo fieles al equipo toda nuestra vida.
Los que aguantamos la humillación semanal y aún así seguimos sintiendo nuestro corazón colchonero. Los demás, desde el primero al último, no son más que mercenarios. Las últimas declaraciones de Forlán son la demostración de que lo que digo es cierto. Este equipo es una ruina y nadie parece saber cómo evitar que cada encuentro sea un suplicio, cuando no directamente una vergüenza.
El pobre Quique está claro que ha tirado la toalla y en el vestuario vaya usted a saber lo que está pasando. En el vestuario y en los despachos. La pancarta que se preguntaba qué hacían Simão y Jurado fuera del Atlético es la expresión más clara del desastre de dirección deportiva y económica del club.
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