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Arquitectos del miedo

La Razón
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La tensión que vivimos es histórica. A veces pienso que (quizás) ni siquiera las guerras de antaño producían tanto miedo como el que actualmente padece la mayoría de los ciudadanos de Europa. No sólo pasan miedo los que no tienen empleo: quienes lo conservan y pueden afortunadamente seguir adelante –cada vez más asfixiados por los impuestos y recortes–, están aterrorizados por el ambiente de angustia y hecatombe que nos envuelve. No gastan, no protestan, no se mueven. Inmersos como estamos en una economía casi de guerra, la consigna es no consumir ni gastar energía inútilmente, aunque ello suponga consumirnos a nosotros mismos. Las noticias estremecen: el mundo se acaba cada día. El Banco Mundial anuncia una recesión global durante este año, inducida, cómo no, por la crisis de deuda de Europa. Los católicos PIIGS «éramos» los mejores clientes que el mundo podía soñar, y ahora que estamos arruinados nadie va a hacer nuestro papel, somos el palo en la rueda del mundo. El FMI y Fitch –el Rappel y la Bruja Lola de las finanzas mundiales– «ven» a Europa en recesión este año (qué clarividentes). Antiguamente, a los europeos les daban miedo los tanques nazis. Hoy, tiemblan ante el Banco Central Europeo. Los tiempos han cambiado, pero el miedo… el miedo sigue siendo el mismo. El mismo viejo y rancio miedo de siempre. Y los que tienen miedo nunca serán libres, como advertía Horacio. A lo largo de la historia, los arquitectos del miedo de cada época han demostrado conocer a la perfección el uso político del temor, desde Calígula al último consejero político contemporáneo, siempre presto a velar por los «intereses de partido». Si Hobbes tenía razón y el miedo une a la sociedad, de esta vamos a salir «patriotas nacionalistas europeos». (Si salimos).