Artistas

De donde no hay

La Razón
La RazónLa Razón




Parece que lo estoy viendo ahora mismo. Con una calva reluciente que no ha superado ni Yul Brynner ni el teniente Kojak, con un traje de color berenjena que llevaba todos y cada uno de los días de clase y con un cansancio sobrellevado con paciencia y ocasionado por la tarea de tener que soportarnos a diario. Se llamaba don Basilio y nos daba clase de matemáticas en el segundo curso de bachillerato en San Antón. Pretender adentrar por los secretos de las ciencias exactas a inquietos chavales de once años no resulta, con total seguridad, tarea fácil, pero el hombre se empeñaba en hacerlo cotidianamente. Ocasionalmente se rebotaba y, por ejemplo, en cierta ocasión realizó un claro ademán de querer pisarme la cabeza, pero, por regla general, era una persona alegre y condescendiente. Recuerdo que incluso, de manera habitual, intentaba facilitar la respuesta del examinado proporcionándole pistas. El método no solía resultar porque, a fin de cuentas, o se sabe una materia o no se sabe y entonces, llegados a ese punto, don Basilio, con una mueca abatida que no admitía dudas en cuanto a su interpretación, solía musitar entristecido: «Si es que de dónde no hay no se puede sacar…». La expresión –ocasionalmente sustituida por otra que afirmaba que no hay más cera que la que arde– estaba cargada de esa sabiduría que sólo proporciona el prolongado ejercicio de una ocupación y venía a indicar que, por mucho que lo nieguen los pedagogos o los padres, hay niños a los que se les puede explicar la geometría con el mayor interés del mundo, pero que jamás llegarán a entender la diferencia entre un cono y un triángulo. Me he acordado mucho de don Basilio estos días con ocasión de la huelga salvaje desencadenada por los controladores aéreos. Lo he hecho mientras escuchaba y leía peregrinas teorías sobre un gobierno del PSOE rezumante de talentos conspirativos que habría empujado a los controladores a la huelga para así sumir a toda España en el estado de alarma bajo los cañones de unas fuerzas armadas sujetas por las firmes manos de ZP, de Rubalcaba o de un tapado aún más peligroso si cabe. Sinceramente, semejante visión no sólo me parece un delirante dislate sino que creo que no llega ni a contar con la coherencia mínima como para servir de base argumental para el guión de una mala película de serie B. Lamento si alguien se siente incómodo por lo que escribo, pero aquí lo que hemos sufrido ha sido la acción absolutamente injustificada e intolerable de un colectivo privilegiado y acostumbrado a hacer lo que se le pone en los controles con total impunidad y la respuesta indispensable y necesaria, pero no por ello menos torpe y chapucera de un gobierno de incapaces antológicos. Bastaba ver los rostros de Rubalcaba y, sobre todo, de Blanco en el Congreso para darse cuenta de que pueden ser malos, pero Dios no ha equilibrado semejante circunstancia con el talento. Daban pena como la dan Elena Salgado, Leire Pajín, Trinidad Jiménez y el mismísimo ZP, personas todas ellas colocadas en puestos para los que carecen de la menor competencia. A decir verdad, si no fuera porque pagamos los platos que ellos rompen a vajillas lo normal sería compadecerlos. Si es que, ya lo decía don Basilio, de donde no hay…