Crisis económica
Me vacuno o no por Andrés ABERASTURI
Cuando otoñea (la RAE debería admitir este verbo ya) me enfrento siempre a la misma duda: ¿me vacuno contra la gripe o no? Lo que me cuestiono no es una duda científica –que también, luego diré por qué– sino un problema de una muy humana vanidad porque a nadie le gusta incluirse motu propio en lo que se ha dado en llamar «población de riesgo». En realidad no tengo 65 años y no fumo (aunque en no menos realidad tengo 63 –muy mal llevados– y no fumo desde hace seis meses). ¿Toso? Pues si, pero sólo por las mañanas y por eso no hago ejercicio, no vaya a ser que el cansancio me de fatiga –que me da– y aumente la tos y los ruidos acompasados y nocturno de mis bronquios. (Momento para la reflexión sincera).
Vale, soy población de riesgo, tengo todo lo malo y me falta todo lo bueno (¿por qué las verduras saben tanto a verdura y a posguerra y por qué las frutas no crecen ya peladas?) Lo sé, soy una piltrafilla que en vez de llamar a un taxi debería llamar a una ambulancia. Voy a vacunarme contra la gripe, me lo prometo, aunque la última vez que lo hice pillé cuatro gripes, una más que mi media sin vacuna que es de tres por temporada. Yo tengo una teoría: arrastro una gripe mal curada desde los doce años y es la que se hace fuerte cada invierno y me doble el cuerpo y alma. Es como esa asignatura pendiente que no se puede aprobar porque ha cambiado el plan de estudios.
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