El Rey abdica
De la Casa del Rey
Mi querido padre, que en paz descanse, era más monárquico que el matrimonio formado por Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, y su generación de auténticos servidores de la Corona –en el caso de mi padre del Rey en el exilio–, hacían gala de un dogma de fe que a sus hijos se nos antojaba más que exagerado. «Cuando el Rey adopta una decisión, el Rey nunca se equivoca». Para mí, que el Rey puede equivocarse como todo hijo de vecino, y aún más, creo que debe hacerlo de cuando en cuando para valorar en mayor medida sus aciertos. En sus palabras, administradas a lo largo de los años con enorme sabiduría, el Rey se ha equivocado en muy pocas ocasiones, y ha acertado en muchas más. Las prerrogativas del Rey son escasas. A nadie tiene que consultarle los títulos y honores que concede, ni la elección de los miembros de su Casa, cuya tiempo de vigencia en los diferentes cargos también depende del Rey. La Jefatura de la Casa del Rey es un honor y una carga, porque el desempeño de tal función es complicada, difícil y siempre está expuesta más a la crítica negativa que al elogio. Un buen Jefe de la Casa del Rey es aquel que se sitúa en segundo plano durante los bienes y en primer plano de responsabilidad con los malos vientos. Hasta la fecha, con sus virtudes y defectos, todos los jefes de la Casa del Rey han cumplido su fundamental tarea con dignidad y competencia. En este apartado, el Rey no se ha equivocado. Su lealísimo Nicolás Cotoner, marqués de Mondéjar, dio paso a Sabino Fernández-Campo, conde de Latores, probablemente el más dispuesto a atender personalmente a quienes le pedían consulta. Sorprendió la designación de Fernando Almansa, que después de unos meses de tribulaciones enderezó su rumbo con dignidad y eficacia. Le cayó la más fea. Ser leal y sincero cuando al Príncipe le dio por el capricho noruego, y esa lealtad chamuscó su futuro. Y Alberto Aza ha sido un Jefe de la Casa más a la defensiva, pero generoso en sus medidas y resolutivo en los aconteceres importantes. Se anuncia que a partir del 30 de septiembre, el nuevo Jefe de la Casa del Rey será quien ya fuera su Secretario General durante los tiempos de Almansa, el diplomático Rafael Spottorno. Y aquí me atrevo a asegurar que tampoco el Rey se ha equivocado ni un ápice.
Tiene la experiencia de diez años en la Casa como segundo de la misma. Los que lo hemos tratado sabemos de su firmeza, su cordialidad y su lealtad. Jamás se ha dado importancia y nunca ha dejado a nadie sin atender. He leído que el Rey lo ha elegido para asegurarse el buen fin de la transición dinástica, y si es así, el Rey ha podido equivocarse, porque los españoles no creemos que sea el momento oportuno para hablar de esas cosas. De lo que no cabe duda es que con el nombramiento de Spottorno, de quien se espera su demostrada competencia, la Casa del Rey recupera un matiz de cordialidad diferente. Todos han sido cordiales, pero a Spottorno le sale la simpatía con naturalidad, y esa simpatía optimista le va a ayudar a sobrellevar los duros años que se le presentan. Un gran profesional de la diplomacia, culto, multilingüe, lector con avaricia, y medido. Que esa última cualidad es prioritaria en quien tiene que ser la sombra del Rey. La medida. Hasta la fecha, y escribo con algo de experiencia, ha sido mucho más sencillo contactar y consultar con los jefes de la Casa del Rey que con un director general de cualquier ministerio o con los nuevos ricos que siempre «estan reunidos». Rafael Spottorno nunca «estuvo reunido» en su etapa anterior, porque la primera imagen que está obligado a dar el Jefe de la Casa del Rey es la de la cortesía y buena disposición con todos y para todo. Le deseo mucha suerte y éxito en su nueva etapa. El Rey no se ha equivocado.
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