Giro de Italia

Ciclismo

«Así no Wiggins»

Tercera victoria de Greipel ante el enfado de Luis León con el líder, que hizo de gregario y neutralizó su ataqueUn aperitivo de los pirineos. Sin llegar a ser considerada una etapa de montaña, la jornada es para ciclistas todoterreno. La subida al Puerto de Lens es de 11, 4 km. y en el Mur de Péguère algunos tramos llegan a un desnivel del 18 por ciento.

«Así no Wiggins»
«Así no Wiggins»larazon

Escalado el Mont Saint Clair, un balcón al Mediterráneo corto y fugaz, como una rápida bajada del coche al mirador para fotografiar dos instantes, la rebeldía de Cadel Evans en un ataque lleno de corazón, pero falto de fuerzas, al que acompañó en insurrección Van den Broeck, y la soledad por instantes de Bradley Wiggins, el tipo que jamás, dice al menos, sucumbe ante el pánico, superado aquello y cuando el Tour se dirigía a Cap d'Adge, al paisaje descubierto, la llanura y el olor a mar traído a ráfagas por el viento y los temidos abanicos, que aparecieron y cortaron a Valverde, impasible ante el infortunio ya, pues el murciano busca a partir de ahora el día en el que por las montañas pueda ponerse a excavar para hallar oro. Pasado todo aquello, al Tour le quedaba confabularse con el sprint de Greipel y Sagan, los únicos supervivientes ante el recorte del viento.

Aún quedaba terreno en verdad. Haimar Zubeldia, sexto en la general, que ya se relame ante la llegada de los Pirineos, ante las cunetas plagadas por la gente, su gente, la fiel afición vasca, ya se conocía la llegada. El Monte Saint Clair y Cap d'Adge. En sus múltiples inspecciones de etapa y concentración con el RadioShack, les dio tiempo de asomarse al mar. Cuando el Lotto de Greipel ordenaba los nervios y cabeza a Albasini y Vinokourov, bravo intento lejano, demasiado, el bueno de Haimar se acercó a Luis León Sánchez. «Ahora, Luisle, ataca que viene un repecho y te viene bien», le susurró. Y «Luisle», que anda buscando su día para rugir en una meta del Tour, como ya ha hecho costumbre suya, le hizo caso. Zarpazo a dos kilómetros.

No logró Luis León el hueco deseado, pero sí el suficiente co-mo para instalar el nerviosismo en el pelotón hasta que Wiggins se puso al frente y comandó la llegada, cual lanzador. Gregario vestido de amarillo. Wiggins quería brindar a Boasson Hagen la caza de «Luisle» para que el noruego, obrero a su salario, pudiera alzar los brazos en Cap d'Adge. Líder generoso. En la última curva antes de la meta, «Wiggo» entró endiablado y en cuestión de segundos hizo añicos al murciano, en cólera por la acción del «maillot jaune». En cuanto cruzó la línea de meta fue a por él, enfurecido. «Así no, Wiggins, así no», le espetó. El inglés agachó la cabeza y se marchó al pódium. «Cuando estaban solos mi equipo ha tirado para ellos», recriminaba después. «Las cosas se hacen de otra manera. Quieren ganarlo todo». La etapa no se la llevaron ni el Sky de Wiggins, tirando para Boasson, ni «Luisle». Se fue a las gigantes piernas del «Gorila» Greipel. A él nadie le ruge.