Ministerio del Interior
OPINIÓN: Investigar hasta el final
El «caso Faisán» supone uno de los hechos más graves de la historia de la democracia española porque ha desvelado una supuesta filtración sensible a colaboradores de terroristas por parte de miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Con un único propósito: evitar dañar un proceso de negociación con una banda terrorista.
Algo lo suficientemente grave como para que la Audiencia Nacional aconsejara en su momento llegar a «un agotamiento –de la investigación– más allá de lo normal o de lo usual». Por tanto, un caso tan flagrante como este debe ser investigado hasta sus últimas consecuencias por parte de cualquier Estado de Derecho que se precie, porque pone en juego la credibilidad del Ejecutivo que entonces estaba en el Gobierno. Más aún, el «caso Faisán» instalará la desconfianza en nuestras instituciones si no se investiga hasta las últimas consecuencias.
Debe investigarse por la dignidad de las víctimas, pero también por la dignidad de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Hay que evitar que se instale la desconfianza sobre la digna labor que los Cuerpos de Seguridad del Estado llevan realizando por el asentamiento y fortalecimiento del Estado de Derecho. El «chivatazo» no puede empañar la impecable tarea que han realizado en pro de la democracia española. Además, debe haber una investigación profunda y llegar hasta los últimos responsables, porque de todos es sabido que un agente de seguridad jamás realiza una acción si no ha recibido su correspondiente orden. Los agentes no actúan jamás de motu proprio, sino en respuesta a órdenes recibidas. Y es aquí donde hay que investigar. Esto es lo que debe salir a la luz.
Las víctimas no hemos cejado ni cejaremos en nuestro empeño por que se esclarezca quién, cuántas veces y por qué filtró informaciones sensibles a colaboradores de ETA. Reclamamos la verdad y la aplicación de la Justicia con todo su rigor. Y exigimos que comiencen a abrirse las puertas que se nos han cerrado de forma reiterada desde el año 2006, cuando decidimos pedir que se investigara el «caso Faisán». Porque si no, de nada sirve que las víctimas se sobrepongan a su dolor, de nada sirve que se movilicen para un Estado más justo y digno. De nada sirve, si las instituciones y las autoridades colaboran mediante subterfugios con los terroristas. El «chivatazo» es, además, un claro ejemplo de que no puede haber un proceso de negociación. Ya lo hubo y fue otra trampa.
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