Irak
Un presidente creíble y seguro por Belén Bajo
Se cumple un mes de la llegada de Mariano Rajoy al Gobierno. No ha podido disfrutar de los cien días de rigor que todo gobernante dispone –en una regla no escrita cuando se llega al poder– para sopesar con calma las medidas y la estrategia política que va a desarrollar durante su mandato. La crisis económica, institucional y de confianza es de tal magnitud que no ha podido permitirse ese lujo.
Él era consciente de la situación nada más ganar las elecciones generales del 20 de noviembre y por eso no se permitió disfrutar de las mieles del triunfo con mayoría absoluta. Ni un día de vacaciones. El traspaso que se hizo con el anterior Ejecutivo fue del estilo de Rodríguez Zapatero, de «buen rollo», que de eso sabía bastante. Pero una vez más, el anterior presidente hizo gala de su falta de rigor y sinceridad.
A Rajoy le acusaban de no anunciar medidas y menos mal que no lo hizo. ¿Se imaginan la imagen que hubiera dado España si hoy anuncia el Gobierno del Partido Popular unas medidas con arreglo a unas previsiones y mañana tiene que anunciar otras porque las previsiones no eran ésas y eran otras? Solamente la diferencia de un punto en el déficit equivale a diecisiete mil millones de euros.
La confianza que hemos empezado a recobrar no hubiera sido posible aprobando hoy una cosa y mañana la contraria. ¿Se imaginan cómo hubiéramos colocado nuestra deuda? ¿Se imaginan en qué niveles estaría la prima de riesgo? ¿Creen que Alemania y Francia hubieran respaldado nuestras medidas?
Los que conocemos un poco al presidente del Gobierno sabemos que no le gusta faltar a la palabra dada. Pero no es lo mismo creer que el déficit es del 6 por ciento y abrir un cajón y encontrarte que no es del 6, sino del 8 por ciento. Imagino que hay cientos de medidas simpáticas que conllevarían gasto y que podría haber tomado. Recuerdo que el primer mes de balance de Zapatero, al margen de las decenas de comparecencias que hizo ante los medios de comunicación, se caracterizó por dos medidas: la retirada de las tropas de Irak y el aumento de becas universitarias.
Pero afortunadamente Rajoy no es Zapatero. Y, siendo consciente del desgaste para su gabinete y del sacrificio que supone para muchos españoles, aprobó su primer decreto ley de medidas urgentes en materia presupuestaria, tributaria y financiera para la corrección del déficit público. Amén de más medidas encaminadas a la transparencia, la austeridad y el buen gobierno.
Nuestro presidente no es una persona de buenas intenciones que acaban quedando en el aire, es un hombre de hechos y soluciones. Sabe que su mandato es para llevar a cabo grandes reformas y para no cometer los errores del pasado. Transmite tranquilidad y seguridad. Y sus primeras medidas han sido las de recuperar credibilidad y confianza dentro y fuera de nuestras fronteras. Tendrá muchos errores, como tenemos todos, pero coraje y ganas de trabajar no le faltan.
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