México

Zuma y los pelícanos

La Razón
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Los pelícanos mártires, con sus alas de petróleo, ayudan a explicar al mundo una catástrofe indisimulable. Pero, con las debidas distancias, recuerdan al verano del tiburón (2004), la explosión mediática que propagó el temor a ser devorado en cualquier bajamar, de la Costa Brava o del Sol, después de que un niño perdiera parte del cuerpo en Florida. Dubner y Levitt aclaran en su corrosivo manual «Freakconomics», cómo aquel año murieron cuatro personas por dentelladas de tiburón y doscientas atropelladas por algún elefante. Nadie valoró la rentabilidad mediática de los elefantes, animales bendecidos por el amable y cínico universo Disney. Los «muertos» de «dumbos» pasaron inadvertidos, igual que hoy se soslaya en el análisis global de la catástrofe del Golfo de México, el orden económico que la ha propiciado.

El desastre de BP, siendo gigantesco, es sólo un porcentaje de la masacre medioambiental. La mercancía que cotiza son los pelícanos sobrevolando la cabeza de Obama como pájaros de Hichtcock. Como está al alza en los medios la poligamia de Zuma porque a Suráfrica llega el Mundial. Entre el asombro por el pintoresquismo africano y el descubrimiento del limitado alcance de nuestras leyes occidentales, nos agreden (con razón) las relaciones de Zuma. Pero desconocemos, por ejemplo, que en la India algunas parteras reciben un incentivo por matar a recién nacidas porque sus familias las consideran una carga económica.