Literatura

Roma

Moccia el encantador de adolescentes

Federico Moccia ha encontrado en los adolescentes, que parecían anclados en las novelas de Enid Blyton, los receptores más entusiastas. Millonario en ventas y con millones de seguidores, publica ahora «Carolina se enamora». 

Fotograma de «Perdona pero quiero casarme contigo», dirigida por Moccia
Fotograma de «Perdona pero quiero casarme contigo», dirigida por Moccialarazon

Si yo fuera una adolescente romántica y soñadora y fan absoluta de Justin Bieber y James Blunt me fascinaría la literatura de Federico Moccia (pronúnciese Mochia). «Carolina se enamora» tienen cuanto desearía encontrar en una novela de amor moderna y puesta al día para la generación que anda prendida en las redes sociales, el parloteo del móvil y los mensajes del chat, con su abreviaturas, onomatopeyas y forma sincopada de escribir mensajes urgentes, apasionados, como un diario secreto. En el fondo, ¿qué diferencia hay entre las canciones románticas de Eros Ramazzoti y Tiziano Ferro, modelos a escala reducida de cualquier novela de amor, y las que escribe Moccia? Unas y otras buscan emocionar al lector, sumergirlo en un mundo en el que la pasión romántica es el modelo ideal con el que se identifican los niños que despiertan al amor. Los adolescentes, como canta Marina Rei, «Ci sentiamo prigioniere della nostra età». Y Moccia los convierte en los protagonistas de sus novelas, en las que el bullicio hormonal encuentra su canalización en historias románticas reales como la vida misma. Y, como no hay amor sin literatura, cada generación encumbra al novelista que mejor describe su efervescencia pasional con frases rotundas que colgar en el muro de Facebook. Sentencias escritas en italiano, que tiene ese plus cautivador de la lengua de Petrarca: «Ruiciró mai a tornare li, dove solo gli innamorati vivono, tre metri sopra il cielo?».

«El amor –para Moccia– es cuando no respiras, cuando es absurdo, cuando es locura... Cuando sólo de pensar en verla con otro cruzarías a nado el océano». Estas máximas, que son mínimas, aunque certeros dardos en el corazón enamoradizo, resultan novedosas porque han encontrado en los adolescentes, que parecían anclados en las novelas de Enid Blyton, el receptor más entusiasta. Como si les hubiera leído el pensamiento y radiografiado el corazón.

Leyenda florentina

Lo dice Susanna Tamaro, otro lugar común en el auge del romanticismo juvenil actual: «La comprensión nace de la humildad, no del orgullo del saber». Porque sólo cuando el amor niega el saber abre sus puertas a un mundo inefable en el que la pasión amorosa invade hasta lo más profundo de su ser. Pero ha sido el novelista quien le ha dado forma con frases lapidarias que condensan ese nuevo espíritu romántico: «Nunca subestiméis el poder del destino, porque cuando menos te lo esperas, el detalle más insignificante puede causar un efecto en cadena que cambie el rumbo de tu vida». Ese rumbo se llama amor y con él los treceañeros dicen adiós a la infancia y ponen rumbo a ese periodo que conduce a la edad adulta. Moccia escribe para esos niños que viven enamorados del amor y sueñan con tener su primera experiencia con alguien que sacie sus anhelos de un amor sin fin. Y lo hace con el corazón. Sin avergonzarse de reflejar ese mundo actual en el que la «generación lucchetto» se reafirma mediante el acto de cerrar un candado en un puente.

Los candados de Moccia se han convertido en un fenómeno sociológico parecido al de «Love Story», de Erich Segal. La moda de colgar candados en el puente Milvio, como hacen los protagonistas de su novela «Tengo ganas de ti», se ha extendido por todo el mundo. Un ritual juvenil que tiene su precedente histórico en la leyenda florentina del ponte Vecchio, donde el amor de pareja que ataba un candado a la reja de la estatua de Cellini duraba toda la vida. El autor lo resume así: «Quisiera una magia que se encendiera por la mañana y no se apagase por la noche. Alguien a quien mirar y a quien decir las cosas que aquí escribo». No es extraño que con estas frases haya tocado la fibra sensible de los adolescentes, que tratan de perpetuar sus promesas amorosas con este acto simbólico. Una fiebre romántica elaborada con una prosa sencilla, directa, repleta de referencias a la música, los sms y la urgencia de comunicarse la primera experiencia sexual: «Permanecemos abrazados en la penumbra, rodeados de ese nuevo aroma, de ese ligero placer que huele a piñones, a resina, a hierba fresca. Sí, que huele a amor».

Ventas millonarias

Niñatos de secundaria que se parecen a Zac Efron, que conducen cohes Chatenet y seducen en lo alto del Gianicolo contemplando Roma de noche. ¿Puede alguna adolescente resistirse a tanta ensoñación sentimental? Porque Moccia dota a estas narraciones de un marco de sofisticación y cotidianidad escolar perfectas para iniciarse en la fantasía secreta del amor. Sin pretensiones culturalistas. Hasta ahora, la novela romántica era un género para adultos.

Ningún autor se había planteado escribir para adolescentes y sacar a la luz sus deseos más íntimos. El éxito en Italia ha sido tan grande como inesperado. Sus novelas se traducen a todos los idiomas y en España vende millones.

Esta cita de «A tres metros sobre el cielo» puede resumir lo que bulle en la cabeza de niñas como Caro, la protagonista de «Carolina se enamora»: «No te arrepientas, no te juzgues, sé quien eres. Nunca pares la música, no dejes de descubrir sonidos para lograr explicar el caos que tienes dentro».