Santiago de Compostela
«No el Códice no está quemado»
Un fallo del subconsciente del sospechoso, que pudo haber confesado ayer, encaminó a la Policía hasta el Códice
Casi una treintena de personas se investigaron antes de llegar a Manuel Fernández Castiñeiras, el electricista acusado del presunto robo del Códice Calixtino, que pudo haber confesado ayer el delito. Serafín Castro, comisario jefe de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV), explicó ayer en un encuentro con la Prensa los pormenores de una operación policial que condujo a la recuperación de esta joya bibliográfica que desapareció hace justo un año. Durante este tiempo hubo de todo. Incluso para las anécdotas. «Hubo otro detenido, que tenía el perfil. En dos o tres ocasiones llegó a llamar a funcionarios de la brigada a altas horas de la noche porque aseguraba que quería entregar el libro. Pero según hablábamos con él nos dábamos cuenta de que desvariaba un poco. Se procedió al final a un registro de su casa. Prefiero no describir lo que encontramos. Llegamos a la convicción de que estaba tan obsesionado por que alguien lo había metido en su casa que, para evitar que lo encontráramos en su domicilio, él prefería proporcionarnos todas las facilidades».
Una vida monótona
Antes se había procedido a una reconstrucción de los hechos, a un examen del lugar donde estaba el libro, a un examen de la seguridad del archivo, sus formas de acceso y a un rastreo de las personas que podían entrar. «Desde el comienzo se preveía que iba a resolverse a largo plazo», comentó Serafín Castro. En este proceso se ampliaron las declaraciones y repasaron las filmaciones de las cámaras de toda la catedral para iniciar la investigación. Desde el primer día, el círculo se fue cerrando, hasta llegar al presunto autor de los hechos. «Su vida era monótona y él, algo raro. Apenas hablaba con la gente. Pudimos observar que todos los días, a las 7:30 de la mañana, estaba en la catedral. Se situaba en un quicio semiescondido. Cuando le preguntábamos qué hacía ahí, decía que estaba enfrente de la tumba de un canónigo al que estaba rezando. Se tiraba media hora, una hora, iba a misa, un café y se iba luego a casa. Por la tarde volvía a hacer lo mismo, todos los días». Lo que llamó la atención de la Policía fue un dato que nada tenía que ver en principio con el Códice Calixtino. En un momento dado, había estado intentando comprar un piso por 300.000 euros. Las averiguaciones les condujeron a 2008. Descubrieron que en ese año había adquirido una vivienda, un apartamento, a tocateja. «Billete sobre billete». No sabían de dónde procedía el dinero. Y vieron que también se había hecho con otra vivienda para su hijo. El sospechoso había heredado una serie de propiedades y parcelas, pero no las había vendido. El misterio del dinero sigue siendo todavía un punto sin aclarar. En el registro de los diferentes inmuebles se ha hallado un millón doscientos mil euros. Pero, también 30.000 dólares, además de otras monedas y hasta pesetas. En las casas y los trasteros en los que entraron dieron con diez facsímiles del Códice Calixtino y uno del Libro de las Horas –«El deán reconoció que formaban parte de una tirada que había encargado y que habían desaparecido de su despacho»–. Aunque también un juego de llaves, documentación de dos siglos de antigüedad (todavía se está intentando aclarar si se han extraído del archivo catedralicio) y una serie de cartas personales dirigidas a canónigos de la seo y algunos vecinos.
«De momento, hay un delito de blanqueo y otro contra la intimidad por estas cartas», aseguró Serafín Castro, quien también descartó que detrás del acusado hubiera una red de tráfico de arte o que estuviera negociando la venta del volumen con alguna persona. «El robo ha sido una venganza. Cuando intervenimos el dinero y vimos algunos fajos de billetes sin estrenar, nos hizo sospechar que lo podía haber vendido y que era parte del importe». Ahora se están examinando tres libros manuscritos del encausado. Parece que son diarios en los que puede figurar cuál es el origen de esa importante suma de dinero.
Conversaciones
Durante la vigilancia de Manuel Fernández, la Policía llegó a hablar con él. «Le decíamos: ‘‘Manolo, ¿has sido tú?'' Pero él nunca respondía. En una de esas charlas le dijimos, "a ver si van a quemar el libro", y contestó: "No, no está quemado". Le había traicionado el subconsciente». Pero hubo más. Cuando los investigadores estaban ya completamente convencidos de que era él, volvieron a interpelarle: «En otro momento le fuimos claros y le animanos para que nos dijera dónde estaba. "Te podemos detener, lo sabes''. Él nos contestó: "Si voy a la cárcel, con un misal y con un rosario tengo bastante"». La Policía también confirmó que en los días precedentes, el acusado aparecía en una grabación con una americana y un bulto que llevaba debajo. «Pero no es algo concluyente», advirtió Castro.
La catedral ya espera de nuevo el Códice Calixtino
Hay datos contradictorios. Desde Santiago se afirma que hoy podría mostrarse el libro. La Policía aseguró ayer que se entregará a la Iglesia este domingo. Todo son expectativas. La inspección ocular del deán y del arzobispo ha confirmado que era el volumen auténtico que custodiaba la catedral de Santiago de Compostela. El ex archivero llegó a reconocer los papeles con notas que había introducido entre las páginas. Pero ahora queda una peritación que demuestre que es el verdadero de una manera más científica y, además, que comprueben en qué estado se encuentra este volumen después de haber estado más de un año expuesto a cambios de temperatura y a posibles humedades. Ahora el debate que se ha abierto es si la catedral es el mejor lugar para custodiarlo.
Un carácter cerrado y oscuro
De momento no existen conclusiones, aunque el principal acusado podría haber confesado ayer. La Policía ha arrestado a cuatro personas presuntamente vinculadas con el robo. La primera es Manuel Fernández Castiñeiras (arriba), que trabajó como electricista en la catedral. También se ha detenido a su mujer (centro), a su hijo (abajo), y a la novia de éste, si bien los dos últimos fueron puestos ayer en libertad con cargos. Durante los interrogatorios, lo único que el principal acusado dijo fue: «No me acuerdo, no lo sé». La operación policial todavía está abierta y se está intentado deducir la procedencia del dinero. Hay rumores de toda clase. Incluso la insinuación de que podía provenir de lo que había ido sustrayendo del cepillo de la catedral. La Policía reconoció que Manuel Fernández está sano, pero que posee «un carácter cerrado, un poco oscuro».
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