Andalucía

Adelanto imprescindible

La Razón
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Terminé mi artículo del pasado jueves, titulado Adelanto preventivo, con las siguientes palabras: «Aguantar así dieciséis meses es suicidarse. Si yo fuera el PSOE haría coincidir las andaluzas con las municipales de mayo porque si antes de que más gente se abone a la frustración consiguiera, aunque por la mínima, volver a ganar en Andalucía, el naufragio no implicaría hundimiento». Pues bien, desconocía yo hace cuatro días la encuesta que ayer publicó el diario «El País» según la cual los socialistas obtienen la estimación de voto más baja de los últimos treinta y tres años con una caída de diez puntos en un solo mes. O lo que es lo mismo, que el adelanto electoral no es que sea necesario, es que se ha convertido en una imperiosa necesidad. Para el país entero. Porque la autoridad, la legitimidad y la virtualidad de una política excepcional en un escenario de crisis igualmente sin parangón en nuestra historia reciente exige de una nueva manifestación de la voluntad general. En el caso de Andalucía –donde el presidente de la Junta ni siquiera ha pasado por la urnas– los argumentos para la convocatoria anticipada de elecciones son tan aplastantes como los que llevaron, con razón, a Griñán a solicitar el adelanto del congreso regional del partido. Ni él, ni el PSOE andaluz –con reciente dimisión del secretario general incluida–, ni sus descoordinados consejeros poseen la fuerza suficiente para hacer frente a los problemas internos y a las amenazas externas. Baste ver el indigno saldo de las cajas de ahorro, la humillante liquidación de la deuda histórica o la paralizada concertación social. Además, tanto en Moncloa como en San Telmo, ha habido virajes políticos e ideológicos próximos a los ciento ochenta grados, ¿por qué impedir que los ciudadanos los avalen o los censuren? Felipe González rectificó lo de la OTAN y no sólo se sometió a un referéndum sino tres meses después a unas elecciones generales. Mismo González que convocó a las urnas diez meses después de la huelga general de 1988. Y ahora, cuando no solo se ha rectificado, y de qué manera, la política económica, sino también la política terrorista y la política autonómica –véase la coalición vasca PSOE-PP–, o cuando los sindicatos y la patronal echan un día y otro un permanente órdago al Ejecutivo, sin embargo, la resistencia de Zapatero o de Griñán al adelanto electoral se ha terminado por convertir sencillamente patética, y lo que es peor, hondamente patológica para la ya de por sí confusa y difusa estructura socioecónomica española.