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Lección ejemplar de José Antolín

La Razón
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Un empresario burgalés, José Antolín, recibía hace tan sólo unos días el homenaje que la sociedad tributa a quienes, como él, han vivido y dado vida de su trabajo. Se trata nuevamente de un hombre que, iniciada su larga vida laboral en un modesto taller, ha dado vida al grupo de empresas hoy conocido en medio mundo como «Grupo Antolín». El reconocimiento público a la labor de este prestigioso empresario llega, en realidad, después de una larga travesía por el desierto. Y es que todo aquel para quien el trabajo es más que un medio de vida, esto es, supone una vocación, conoce por experiencia la soledad del desierto. No es casual, por ello, que el trabajo como vocación corra la suerte de las demás vocaciones en las que el hombre se realiza a sí mismo como hombre: permanecer olvidado entre los comportamientos inútiles para la vida. Trabajar sin vacación pero con vocación en una sociedad para la que es precisamente el trabajo una fuente de insatisfacción generalizada ha venido a ser un testimonio insólito. Pero un testimonio que, con todo, no falta. Y un colectivo en el que este testimonio está hoy particularmente presente es, tal vez, el de los jóvenes y pequeños empresarios. Expuestos a la incertidumbre de la actual crisis económica, tan severa, habrán encontrado en el homenaje tributado en estos días a José Antolín, un estímulo a su vocación incansable. Sólo el que ha vivido sin esperar homenaje alguno merece el único homenaje verdadero: el de la gratitud.