Relaciones laborales

Silencio nacional

La Razón
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Estamos tan hechos a la realidad que ni nos sorprende. En estos días de resaca de la gran manifestación de los funcionarios públicos, los analistas con tiza en la oreja ponen una tilde en el desencuentro de CC OO y UGT con las plataformas independientes; otra tilde en el presunto «enchufismo» de 20.000 trabajadores de las mercantiles de la Junta; otra en la pérdida o no de derechos de los afectados. Prima el ruido de fondo, la hojarasca verbal y escrita que se mueve de un lado a otro haciendo molinillos en las esquinas. Decía Azaña que en España había mucha gente que decía saber de todo y que si todos los que decían saber de todo se callaran alguna vez, se produciría un silencio nacional que nos ayudaría a solucionar los problemas. Hace falta este silencio nacional para darnos cuenta –señores y señorías– de que lo realmente dramático es que la Junta tenga a 25.000 trabajadores en su tupida red de empresas públicas. ¡25.000 tíos –y tías–! El verdadero problema es esta obesidad mórbida que padecen las administraciones en todas sus escalas. Es un mal vertical. Lo sufren los ayuntamientos, las diputaciones, las mancomunidades, las autonomías, los gobiernos. En estos tres años de incendio económico permanente, el sector público ha seguido aumentando su nómina de empleados como si esto fuera una fiesta. Un tercio del Presupuesto andaluz se dedica a salarios. Y ahora se dispara la deuda igual que duele la cabeza y se dispara el alcohol en sangre en la mañana de una mala borrachera.
Que se manifiesten o no los funcionarios, que la Junta apruebe un decreto-ley de reordenación del sector público son, al cabo, flecos menores. Derivados. El tallo de esta mata, el busilis, está en un necesario pacto de Estado para racionalizar la contratación pública. Que no sobran profesores, ni jueces, ni tramitadores judiciales, ni médicos. Lo que sobran son llevaytrae, puestos a dedo al servicio de gentiles pancirrellenos que tiran con ajena pólvora del rey.
Lo peor que le puede pasar al PP es que le vuelvan a asaltar los complejos. A través del estado de las autonomías se han dado grandes pasos, pero también grandes tropiezos. Y por eso es bueno replantearse –como lo ha hecho Rajoy– el futuro de este país con 17 motores que marchan a distinas velocidades. Que no es que desaparezca el estado autonómico, sino que se redimensione. Y a ver si un día todos nos callamos un minuto...y reflexionamos.