Europa

París

Jorge Semprún pasa el testigo

El escritor, ex ministro de Cultura y ex militante comunista murió a los 87 años en París. Casi toda su obra está centrada en su experiencia en el campo de Buchenwald.

Imagen de archivo de Jorge Semprún
Imagen de archivo de Jorge Semprúnlarazon

«Vive peligrosamente»: de forma intencional o no, Semprún encarnó como nadie esta divisa nietzscheana. Fue agente clandestino en la Europa de la Guerra Fría y agitador comunista en la España franquista. Esto también probablemente intensificó su conciencia de la literatura como tabla de salvación y le llevó a simpatizar con filosofías como la de E. Levinas.

Era además Jorge Semprún nieto del ex primer ministro monárquico Antonio Maura; hijo de un diplomático de la República, y sobrino del ex-ministro republicano Miguel Maura, También conoció la clandestinidad e incluso llego a gozar del privilegio de ser Ministro de Cultura con Felipe González en el año 1988. "Tuve más poder como miembro del PCE en la clandestinidad que como ministro de Cultura", llegó a afirmar no disimulando cierta decepción con su cargo.

Pocos hombres pueden presumir de acumular tantas experiencias como él, de vivir la esquizofrenia de tantas identidades, de combinar los difíciles equilibrios de la política con la vocación intelectual, literaria e incluso cinematográfica. No es extraño que Semprún utilizara los célebres versos de Baudelaire: "Tengo más recuerdos que si tuviera mil años". No en vano alguien le llamó, y no sólo por su afrancesamiento, el "Malraux español". Simplemente, fue uno de los españoles más interesantes del siglo pasado, también el español más europeo.

Entre los partisanos
Durante la Segunda Guerra Mundial, en el momento en el que Francia era ocupada por el nacionalsocialismo, combatió entre los partisanos de la Resistencia, como tantos otros españoles refugiados en Francia tras la Guerra Civil. No tardó en afiliarse al Partido Comunista español, hecho que sucedió en 1942. En 1943, tras ser denunciado, fue detenido, torturado y posteriormente deportado a Buchenwald, uno de los campos de concentración más terribles.

La Gestapo le descubrió cuando se disponía a abastecer de armas a la Resistencia francesa. Esta estancia no sólo marcaría su posterior experiencia literaria y política, sino también una honda reflexión sobre el valor de la memoria. En un domingo de abril de 1945, a los veintidós años, fue liberado del campo de concentración por el III Ejército del general Patton. En otoño de aquel mismo año, como él mismo afirmó, empezó a elaborar literariamente «la monstruosa paradoja de haber vivido la muerte».

La memoria de Buchenwald, no solamente como recuerdo del horror nazi, sino también del soviético, marcó la existencia de sus escasos supervivientes. En un texto espeluznante Primo Levi habló de la «vergüenza de ser humano» que sintió tras abandonar el campo de concentración. Jorge Semprún también entendía que esta vergüenza no significaba el desprecio de la humanidad como tal, sino el sentimiento de la indignidad de vivir una vida meramente corporal, animal, biológica; la vergüenza de no ser más que una vida a secas. Una vida sin más. «No era imposible escribir –dijo-: habría sido imposible sobrevivir a la escritura. [… ] Tenía que elegir entre la escritura y la vida, y opté por la vida».

Una memoria «viva»
En este sentido, la evocación Semprún puede compararse a la de autores como el ya citado Primo Levi, Solyenitzin o de Vasili Grossman. Él insistía en dar una enorme importancia a esta cuestión y consideraba que de ella dependía el sentido de Europa. «Cuando todos los testigos –deportados y resistentes– hayan desaparecido –escribió–, pronto, de aquí a unos años, permanecerá todavía una memoria viva, personal, de la experiencia de los campos de concentración, una memoria que nos sobrevivirá, que es la memoria judía".

También es justo reconocer que Semprún fue de los primeros en advertir del «culto a la personalidad» de Stalin en un momento en el que muchos intelectuales miraban para otro lado. «La profunda sinrazón del marxismo, como teoría de la práctica revolucionaria universal –escribió en una ocasión–, ha sido nuestra razón de vivir. En todo caso la mía». Desde entonces «vivo sin razón», terminaba Jorge Semprún concluyendo.

Sus libros clave
Entre sus obras destacan «El largo viaje» (1963), centrada en sus días como miembro de la Resistencia francesa y que supone su primera publicación, «Aquel Domingo» 1980), donde analiza la dialéctica marxista y el nacimiento y ocaso de las ideologías en el siglo pasado, y «La escritura o la vida» (1995). «Autobiografía de Federico Sánchez» (1977): obra que se nutre de su experiencia como militante comunista en la clandestinidad y de su actividad durante los últimos años del franquismo y la transición española, y que le lleva a ganar el Premio Planeta en 1978.

Semprún contra Semprún
En «A orillas del Sena, un español...», publicado en 2006, su hermano, Carlos Semprún Maura, explicaba su viaje del comunismo –que abandonó cuando descubre la cara oculta del regimen totalitario– al liberalismo y le dedicaba algunos pasajes especialmente duros a su hermano, Jorge Semprún, con quien las relaciones se fueron tensando con el paso de los años. Le acusaba de ser un «kapo» en el campo de concentración de Buchenwald. Cuando se le preguntó en una entrevista publicaba en LA RAZÓN en 2006 lo que pensaba que diría Jorge Semprún, atajaba claramente: «Que todo es mentira, claro. Buchenwald era tal infierno, como todos los campos de concentración, que entiendo que cualquiera aceptara colaborar con los nazis para poder salvar el pellejo. Pero eso no es un acto de resistencia ni de heroísmo, sino de supervivencia. Él lo contó al revés». El propio Semprún Maura no ha escatimado en detalles al contar que, incluso, en alguna ocasión, y por serias diferencias ideológicas, estuvieron a punto de llegar a las manos en el domicilio parisino del hermano de ambos, Paco, que les sugirió la calle para librar un combate a puñetazos.