Nueva York
En busca de la «España negra»
Un artículo en la portada de «The New York Times» habla de «hambre y pobreza» en España. ¿Dónde están los «homeless» que vagan por la ciudad de los rascacielos?
Sin saberlo, un joven de Gambia, que lleva tres meses en paro después de trabajar en el sector de la construcción en España, se convirtió en noticia el pasado martes nada más y nada menos que en la portada de «The New York Times» mientras rebuscaba en un contenedor de basura. La primera página del rotativo, que ilustraba la crisis española, ha impresionado. Pero aunque sí que haya personas que acuden todas las noches a la puerta de los supermercados, esa imagen en blanco y negro no se corresponde con la situación general que atraviesa el país.
Las imágenes, tomadas por el fotógrafo español Samuel Aranda para un reportaje escrito por la periodista estadounidense Suzanne Daley, han suscitado un intenso debate, que se suma a otro más periodístico sobre el uso del sensacionalismo y la responsabilidad social de los medios. Aranda reconoce estar «sorprendido por el revuelo de las fotografías». «Este reportaje lo trabajamos en el mes de agosto en Valencia, Andalucía y Cataluña. Junto con mis editores del diario, teníamos claro que las fotografías tenían que mostrar situaciones relacionadas con la crisis, es decir, no queríamos hacer fotografías de vagabundos o gente pidiendo, ya que eso lo ha habido siempre, sino de gente que pierde sus casas, de las manifestaciones o corrupción política, ya sea del Partido Popular o del Partido Socialista», explica el fotógrafo.
Suzanne Daley dice que lleva «cubriendo España y los efectos de la crisis económica desde mayo de 2010». «Voy a España tanto que recientemente me detuvieron en el aeropuerto porque querían asegurarse de que no debía a Hacienda. Desde hace algún tiempo he oído hablar de que en España había hambre. Hace meses, hice un reportaje sobre cómo con el dinero de los pensionistas vivían algunas familias. Un sacerdote que lleva un comedor para niños me dijo que había sorprendido a un niño escondiendo comida para llevársela a su abuelo. Por lo tanto, sí, el reportaje sobre el hambre fue mi idea», responde a la pregunta de si su artículo era un encargo del periódico o una propuesta suya.
Sin embargo, admite que «veo que en España todavía hay gente que tiene mucho dinero, pero hay otros que sufren. Estoy impresionada con la gente rica que está en los bares pasándolo bien. Muchos españoles me han dicho que debería escribir sobre ellos», reconoce. También, como Samuel Aranda, asegura «estar sorprendida por la reacción que ha suscitado. Mi reportaje sobre la gente que sacaba a sus padres de las residencias para quedarse con sus pensiones no atrajo tanta atención. En cierto sentido, creo que eso es más chocante». También es cierto que este reportaje lo había dado antes la Prensa española.
En blanco y negro
La diferencia son las imágenes que escogió el editor de Fotografía David Furst para ilustrar los dos relatos sobre España. En el de los pensionistas elige instantáneas en color, una de las marcas de «The New York Times», que destaca por sus imágenes, siempre en brillantes tonos. Pero en el último escoge el blanco y negro para mostrar rostros resquebrajados de jornaleros en camiseta, sin afeitar, sin dientes... para abordar una España llena de clichés, que se asemeja más a la de la posguerra que a la de la actualidad.
En la edición on-line del periódico, el reportaje se acompaña con quince imágenes en blanco y negro. Destaca una familia de Barcelona esperando a la Policía para el desahucio, un «skyline» de Benidorm desde un descampado, un comedor social en Gerona con 25 personas, una manifestación de jornaleros en Jimena (Jaén) o un inmigrante cubano que vive en una caravana, entre otras imágenes.
Siendos benévolos sobre la selección de fotografías, lo cierto es que la pobreza máxima representada por los «homeless», los sin techo, también forma parte del paisaje habitual de Nueva York. Sin ir más lejos, donde tiene su sede «The New York Times», es un dantesco triste escenario en el que se mezcla miseria y opulencia: es en la Octava Avenida, al lado de la estación de Port Authority, donde confluyen a diario personas que buscan comida entre la basura y ancianos con carritos en los que llevan todas sus pertenencias. Basta con pasear por la Quinta Avenida, una de las calles más emblemáticas de la ciudad, para encontrar personas tiradas en las aceras o apoyadas en los escaparates de las tiendas de lujo. ¿Por qué elige David Furst, el editor gráfico del periódico, la imagen del contenedor de la basura para abrir un reportaje sobre la crisis de España cuando se supone que en Nueva York es una imagen común? A esta pregunta no ha querido responder.
El texto de la reportera Suzanne Daley comienza con el estilo personal del periódico neoyorquino: «En una tarde reciente…». Intenta acercar al lector a través de una historia humana el tema que quiere tratar, al que generalmente le siguen opiniones de expertos y datos. Estos dos últimos elementos se echan de menos en este reportaje, donde sí destaca, algo poco usual en este diario, el detalle de que algunos nombres están escritos de forma errónea. Parece como si se hubiese editado de forma atropellada. Un entrevistado simplemente aparece identificado con el nombre de López.
El reportaje fue publicado justo un día después de que Don Juan Carlos visitase la sede de «The New York Times» y se reuniera con el editor y equipo directivo. Quiso transmitirles la situación real del país y el periódico le ofreció otra muy diferente ¿Por qué? Ese mismo día, el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, pronunció su discurso en el debate de la Asamblea General de Naciones Unidas. La delegación del líder español ha traído como mensaje que «Spain is back» (España ha vuelto), y ha querido transmitir la vieja consigna de la importancia del español en el mundo y los productos españoles.
La crisis es más compleja
Los clichés de la siesta, la tortilla de patatas, la paella y los toros pueden más que los nombres de Penélope Cruz, Rafael Nadal, Pau Gasol o la Selección Española de Fútbol; no digamos ya del cardiólogo Valentí Fuster. De igual manera, los estadounidenses se quejan cuando los extranjeros critican que en Nueva York sólo se comen hamburguesas a pesar de que hay miles de restaurantes de todos los rincones del mundo. O también de los relatos que escriben los corresponsales en Estados Unidos cuando tiene lugar alguna matanza en algún cine o colegio del país. Al terminar de leer las crónicas, da la impresión de que Estados Unidos todo el mundo va con pistola.
Eso sí, la impresión que muchos estadounidenses que acaban de viajar a España no coincide con la que ofrecía el reportaje de «The New York Times»: «Había mucha gente en las terrazas pasándolo bien y cenando muy tarde (en Estados Unidos se cena a las siete de la tarde). ¿Dónde está la crisis y las revueltas?», se preguntaban, casi desilusionados. Parecía como si las vacaciones en España no hubiesen acabado del todo. Quizá la situación económica española sea más compleja y profunda que en un hombre buscando comida, por más duro que sea.
Una imagen paternalista de los más pobres
En los 452 comentarios sobre este reportaje (hasta el miércoles pasado) hay respuestas de todo tipo. Algunos tachan el artículo de sensacionalista, otros de correcto y algunos responden con ironía. Una estadounidense que firma desde Madrid con el nombre de Mehgan escribe: «Soy una estadounidense que vive en Madrid. Sí, hay gente que sufre. Sí, hay pobreza, pero este artículo está hecho para conmocionar. En Estados Unidos hay mucha pobreza y muchos empleados con el salario mínimo y sufren para cubrir sus necesidades». Otro lector, que firma con el nombre de Enrique, también desde España, destaca que «es verdad, lo estamos pasando mal. Después de escribir este comentario, me voy a buscar en la basura a ver si puedo comer hoy. Va a ser difícil porque hay muchas colas. Por favor, ciudadanos estadounidenses, no vengáis aquí porque es peligroso para los ricos como vosotros. Manteneos en vuestro precioso y problemático país. Gracias a "The New York Times"por ser tan correcto con este artículo y las fotos. Creo que la gente educada de EE UU apreciará esto y probablemente usted gane el Premio Pulitzer. Que Dios bendiga Estados Unidos».
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