Bruselas

Tarde mal y obligado

La Razón
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El viernes pasado tuve la suerte profesional de poder realizar desde Londres «La Mañana de la COPE», convertido para la ocasión en un programa especial de las elecciones británicas. Desde luego unas elecciones históricas por los resultados y por la manera con que se ha resuelto la gobernabilidad del Reino Unido con un Ejecutivo de coalición y con un primer ministro, como David Cameron, que con 43 años se convierte en el primer ministro más joven del Reino Unido en los últimos 200 años.Es verdad que estas elecciones han servido para realizar en España muchos análisis sobre la situación británica y española, las maneras de hacer política, los paralelismos entre los distintos candidatos con los políticos españoles y la verdadera factura que la crisis económica puede pasar al Gobierno respectivo.Pero mi intención hoy es bien diferente. Ayer escuchamos al presidente del Gobierno –¡por fin!– anunciar en el Congreso un paquete de medidas para el recorte del gasto público y afrontar así la crisis económica. Desde luego que Zapatero no ha hecho este anuncio por su propia voluntad o por una rectificación política personal. Zapatero ha cambiado de opinión, sin querer hacerlo, por la exigencia impuesta desde Bruselas, desde el Fondo Monetario Internacional y por las advertencias realizadas por los presidentes Obama y Sarkozy y por la canciller Merkel. Zapatero ha vendido su independencia, la independencia y la soberanía económica de España, por las exigencias internacionales, recogiendo velas y cambiando de estrategia cuando hace una semana se negó en rotundo ante el propio Mariano Rajoy para realizar un ajuste fuerte del gasto.Y se preguntaran ustedes: ¿qué tiene que ver esto con las elecciones británicas? Muy sencillo. Vivir de cerca unas elecciones en una democracia tan antigua como la vida misma te abre los ojos en todas las direcciones. Pero, en esta ocasión, me quiero fijar especialmente en dos. En el Reino Unido, ningún primer ministro se dejaría vender y tampoco dejaría vender la dignidad británica al mejor postor simplemente porque habría tomado las medidas necesarias mucho tiempo antes. Y en segundo lugar, y ésta es una de las claves definitivas, los británicos están acostumbrados a que la prensa sea muy crítica con el poder –laborista o conservador– incluida la BBC que tendría siempre la tentación fácil del oficialismo.Allí se critica al poder sin miedo y sin piedad. Y desde luego nadie se rasga las vestiduras. Decir hoy, por ejemplo, en España que Zapatero ha anunciado las medidas contra la crisis tarde y mal, decir que son insuficientes, decir que se ha vendido a las presiones internacionales o decir que lo ha hecho antes de verse ahogado por las circunstancias es convertirse en un enemigo de la democracia. Y ése es nuestro gran problema, mientras en España criticar al Gobierno de turno se siga considerando una falta de responsabilidad estamos en las antípodas de la verdadera democracia. Y por el momento estamos demasiado lejos de la realidad de las cosas. Y además atrofiados.