Club de Campo

Fan zones

La Razón
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Bajo mi casa en el parque de Berlín han florecido los grifos de cerveza Mahou como espumosas fuentes ajardinadas. Todo es porque al Ayuntamiento se le ha ocurrido concentrar ahí a los seguidores del Bayern para que no se le desperdiguen. ¡Y qué mejor manera de llevarlos al redil que ponerles un abrevadero de cerveza y estancar el corral con jugosas salchichas! Los germanos, cuyas dotes para la abstracción de la inteligencia filosófica no impide alcanzar su fama de mentes cuadriculadas, amantes ante todo de la disciplina, han acudido como ordenado rebaño a esta castiza «bier strassen», donde tienen música de acordeón alpino, toboganes y colchonetas inflables para que salten con ese sentido infantil que se le supone a todo amante del balompié. Sólo faltan orondas camareras teutonas cargando jarras sobre sus ubres. El problema es que, estos muniqueses también son humanos, con lo que, a pesar de haber acondicionado algunos retretes portátiles, es de suponer que el parque acabará regado de agüita amarilla. Había que ver a la camarera del bar de mi esquina tratando de hacerse fuerte ante el urinario frente a dos mocetones rubios diciendo: «Aquí gamberradas ni una ¿eh, colegas?» . Y los otros como bueyes cargados asintiendo «Ja wohl…».A ligar españolas¿Y los italianos? Los quieren arracimar en Azca, pero no creo que ni con reclamo de negroni ni chianti a go go impidan que se dispersen por los bares, porque un italiano en fin de semana, aparte del fútbol, a lo que viene es a ligarse españolas. Tanto si pierden, con mirada melancólica, como si ganan, con labia eufórica. ¡Temblad padres con hijas en edad de merecer! Y el listo de Mourinho, que va ya de entrenador del Real para predisponer a la afición y a las mocitas madrileñas. Lo que no entiendo es a quién se le habrá ocurrido esa chorrada de «fan zones», como si el Bayern o el Inter fueran Hanna Montana o los Jonas Brothers. Así es el destino de las hinchadas, donde ni los hooligans son ya lo que eran.