Sindicatos
Ni vencedores ni vencidos por Toni Bolaño
Juan Rosell se ha salido con la suya. Hace apenas un par de semanas, Cándido Méndez daba por rotas las negociaciones en materia salarial. Rosell, el líder de la patronal, no movió ni un músculo y siguió sentado llamando a la negociación hasta el final. Su posición animó a sus detractores en el seno de la CEOE que, filtrando cartas a cierta Prensa, se las prometían muy felices en su objetivo de desestabilizar al patrón de patronos. El asunto acabó en agua de borrajas.
El presidente de la CEOE contó con un aliado de lujo. Fernández Toxo, el líder de CC OO, tampoco movió un músculo cuando su amigo Cándido amenazó con la «espantá». Toxo sabe que el que se levanta de la mesa pierde. Sobre todo, cuando es necesario y urgente pactar. Los viejos sindicalistas lo saben. Es su regla de oro: en épocas de crisis, en los peores momentos, mejor pacto que imposición. Algo así pensaron algunos líderes sectoriales y territoriales de la UGT. Convencieron a Méndez y le hicieron volver a la mesa negociadora porque había que aprovechar todas las oportunidades. Al final, «fumata» blanca. Que nadie piense que el acuerdo es la panacea para crear empleo. Tampoco, por sí sólo, reactivará la economía. Pero genera confianza y es, sin duda, una apuesta de futuro. Recoge una necesaria continencia salarial, marcando el camino a la negociación colectiva que estaba paralizada. Apunta fórmulas imaginativas para compaginar derechos salariales de los trabajadores con las posibilidades reales de las empresas. Liga salarios a productividad. Da al traste con las cláusulas de revisión salarial automática y crea las de automatización, más acordes con la realidad, más objetivas. Apuesta por un modelo más flexible en organización, jornada y planes industriales. En definitiva, por la modernidad, sin lesionar derechos de unos u otros. Rosell, Méndez y Toxo han hecho los deberes y han logrado un pacto sin vencedores ni vencidos. Es más, trabajadores y empresarios ganan porque sientan las bases del mañana. Han puesto la letra pequeña a una música que reivindicaba, casi con ansiedad, un acuerdo. Lo han conseguido. El papel de Rosell ha sido clave, pero sin Toxo y Méndez no hubiera sido posible.
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