Nueva York
Estresados por cambiar la hora
Los anocheceres tempranos perjudican al estado anímico, pero ayudan a la economía familiar
MADRID- No todos los «jet lag» son iguales. La sensación que experimentamos al viajar de Madrid a Nueva York, donde el reloj marca seis horas menos, no es la misma que viajar de Lisboa a Madrid, donde las agujas señalan una hora más. Con los cambios horarios ocurre lo mismo. No es lo mismo perder una hora, como ocurrió en el último domingo de marzo, que ganarla, como sucedió durante la madrugada de ayer. Poco hay que objetar: nunca nos vienen mal 60 minutos más. Ahora bien, tras este «mini jet lag», las dificultades pueden venir más a la hora de adaptar nuestro ritmo biológico, casi a traición y sin habernos preparado, a días más cortos y noches más largas.
«El ser humano está adaptado a días más largos», explica a LA RAZÓN David A. Pérez, director de la Fundación del Cerebro de la Sociedad Española de Neurología (SEN). «Al realizarse experimentos en un grupo de sujetos aislados –en una cueva, por ejemplo–, se ha percibido cómo el grupo ha ido alargando los días, acostándose más tarde y levantándose más tarde». Por eso, asegura, el hecho de que «el día tenga 25 horas nos beneficia y podemos estar más descansados». Así, por ejemplo, nuestro ritmo circadiano del sueño –el ritmo biológico natural–, que marca los picos de somnolencia entre las 23:30 y 00:00 por un lado, y las 15:30 y 17:00 por otro, se alteran muy levemente.
Impacto psicológico
Pero si bien el efecto orgánico no es importante, sí que destaca el impacto psicológico del cambio de hora. «El día ahora dura menos. La noche empezará en torno a las 19:00 horas. Y las horas de luminosidad influyen en nuestro estado anímico», señala Pérez. Así, estamos ante «un factor de estrés biológico».
Efectivamente, la luz nos «activa». Como recuerda Valentín Martínez-Otero, doctor en psicología, «la falta de luz es un factor desencadenante de la depresión». Ahí está el conocido ranking que sitúa a Suecia como el país con mayor tasa de suicidios. Un país que no destaca precisamente por sus horas de luminosidad. No es de extrañar, como apunta Martínez-Otero, que existan tratamientos como la fototerapia, que, entre otros usos, combate la depresión gracias a la aplicación de la luz. «Sabemos que la luminosidad nos influye. Posiblemente se trata de una característica endógena de nuestra especie», dice Pérez.
¿Cómo afecta a nuestro estado anímico la poca luminosidad? Ricardo Martínez Murillo, investigador del CSIC en el Instituto Cajal, explica que nuestro sistema nervioso capta la luz a través de la retina y, de esta forma, envía una serie de señales a distintos núcleos cerebrales. «La vía retino-hipotalámica capta la señal lumínica y la envía al hipotálamo, zona que regula los niveles hormonales y varios neurotransmisores», afirma. Mientras, la glándula pineal, que durante la noche segrega melatonina y provoca sensación de apatía y letargo, se pondrá en funcionamiento antes de tiempo. Además, la oscuridad también provocará que otro neurotransmisor, la serotonina, se segregue en niveles bajos, lo que se asocia a un mayor sentimiento de tristeza.
¿Conclusión? Que mientras a la población en general va a suponer algunos problemas de fatiga y de conciliación del sueño durante dos o tres días, el cambio de hora sí que puede acarrear un factor de riesgo para personas que sufren alguna patología mental derivada de la ansiedad y el estrés «El cerebro es una estructura plástica y está diseñada para adaptarse. Pero si su capacidad está menoscabada, la adaptación es peor», indica. Además, el ritmo de sueño de las personas mayores y los niños puede verse alterado en los próximos días. En el caso de los primeros se debe a que su capacidad de adaptación a estos cambios se pierde con el paso del tiempo; en el caso de los segundos a que, como están en pleno desarrollo, su adaptabilidad aún no es óptima.
Mantener rutinas fijas
David A. Pérez explica que un cambio de hora como el de esta madrugada sí que afecta a personas que padecen enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer. ¿El motivo? «Suelen presentar somnolencia durante el día e insomnio por la noche», afirma. Del mismo modo, son pacientes que precisan de rutinas fijas, por lo que un cambio de hora no debe interceder, por ejemplo, a su alimentación. Algo similar ocurre también con aquellos que sufren de epilepsia. «Es importante que tomen su medicación cuando corresponda, independientemente de que el día haya durado una hora más», apunta.
El uso de luz artificial en los días sucesivos y el adelanto de nuestros horarios entre 15 y 20 minutos los días previos son dos de las recomendaciones que ofrecen los expertos para que el cambio horario se quede, finalmente, en una mera anécdota.
Un ahorro de 6 euros por hogar
Independientemente de los efectos sobre nuestra salud, no podemos olvidar el verdadero motivo por el cual se produce el cambio de hora: el ahorro energético. Si bien no hay cifras categóricas al respecto, no son pocas las estimaciones que avalan un ahorro millonario. Así, la Asociación Española de Fabricantes de Iluminación (Anfalum) estimó que, tras el adelanto de hora del pasado verano, los hogares españoles pudieron evitar gastar unos 250 millones de euros. Mientras, Osram, empresa de fabricación de iluminación, asegura que, tras atrasar nuestros relojes una hora, cada familia ahorrará un 9,8 por ciento de luz, unos 6 euros al año.
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