Sevilla

Veinte años de lucha

La Razón
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La Maestranza tiene ya historia a sus recién cumplidos 20 años, una historia de luces y sombras, de oportunidades aprovechadas y de otras perdidas. Fue centro de la vida musical española en 1992, cuando la Expo, con una lista interminable de acontecimientos musicales: desde la gala inaugural retrato de la época dorada de nuestra música vocal –Aragall, Berganza, Caballé, Carreras, Domingo, Kraus, Lavirgen, Lorengar y Pons– para luego seguir con el «Rigoletto» de Kraus, la «Tosca» de Domingo, la «Carmen» de Berganza, la «Favorita» de Verret, el «Don Giovanni» de Raimondi, los conciertos de Abbado o Muti… En el lado oscuro, la desoladora suspensión de «Otello» tras el accidente que costó la vida a una corista. Todo aquello sucedió cuando España parecía rica, pero tardaría poco en chocar con la realidad y la Maestranza en cerrar sus puertas. Fue una pena no aprovechar las carencias que por entonces padecía la vida lírica española, con un Teatro Real en reforma y un Liceo que se incendió. Sevilla pudo ser el centro de la ópera en España pero perdió el tren. En octubre de 1994, con tres títulos, comenzaron las actuales temporadas. Llegaron así «Werther» y «Lucia» con Kraus, «Rigoletto» y «Barbero» con Nucci, la aparición del casi debutante Juan Diego Flórez en «Alahor en Granada», «El Cid» con Domingo, los «Puritanos» con Devia, los «Cuentos de Hoffman», y «Andrea Chenier» de Del Monaco con Bayo, Aquiles Machado y Raimondi de un lado, y Casolla y Armiliato de otra, el «Elixir» con Devia e Ismael Jordi, «Tancredi» con Barcellona y Devia, la «Salomé» con la que se despidió Renata Scotto… De todo ello da cuenta el espléndido libro recién editado por el teatro.
Un reducido grupo de personas han hecho posible tales milagros –José Luis Castro, Mercedes Guillamón, Pino Cuccia, Remedios Navarro, Pedro Halffter, Rocío Castro y unos pocos más– y el haber logrado algo muy importante: que el público sienta el teatro como algo suyo. Esto es algo impagable que las instituciones públicas y privadas que financian el teatro no pueden olvidar. ¡Muchos años para la Maestranza!