ERE
Quién teme a Mercedes Alaya
El día siguiente de que la juez Alaya pidiera a la Junta información adicional sobre los ERE, el parlamento andaluz aprobaba una proposición para declarar las almadrabas Bien de Interés Cultural y a Manuel Chaves le entraban prisas por valorar la muerte de Liz Taylor. La prensa le esperaba con impaciencia en la inauguración de la Biblioteca Felipe González pero el señor vicepresidente tuvo a bien hacer esperar sus preguntas y pronunciarse primero sobre un tema de más candente actualidad, como el fallecimiento de la actriz en una clínica americana. Ahí comenzó con lo de su derroche de sensualidad, sus formidables dotes dramáticas... Así estuvo un rato, dando largas a los periodistas, y contándoles algo por lo que nadie le había preguntado ni tampoco a nadie interesaba. Puede que le guste el cine, no lo vamos a discutir, pero ni Chaves es ministro de Cultura ni tampoco le esperan una crítica cinematográfica en el New York Times.
Con la juez Alaya han querido aplicar idéntica técnica de confusión y despiste. Cuando la juez pedía los nombres de los implicados, la Junta le daba alguno y, cuando pedía papeles, le crearon un dispositivo especial para atenderla más rápidamente. Tan rápido, que la juez no ha tenido más remedio que dictar dos autos esta misma semana en los que exige a la Junta que le envíen con urgencia los documentos que exactamente pide y pongan a su disposición los papeles al completo sin ningún tipo de recorte. A estas alturas de la película, y no parece que de la Taylor, Mercedes Alaya sabe bien la diferencia entre el atún de las almadrabas que se despacha en el Parlamento a plena luz del día y el bacalao que se corta en la Junta con las luces apagadas. No habrá comisión de investigación pero, por contra, han sido capaces de crear una comisión, bastante más discreta, encargada de filtrar los documentos que se envían a la juez.
Y de ese juego ya se ha cansado Mercedes Alaya. Al igual que Elizabeth Taylor, también ella es mujer de buen ver con ojos tan profundos como la artista, pero no parece que ése sea el canon de belleza ni el de arte que maneja Manuel Chaves que prefiere opinar sobre lo que no le preguntan antes que informar sobre lo que le piden. Y ya tendrá tiempo de volver a ver «La gata sobre el tejado de cinc» o quizá su más admirada «¿Quién teme a Virginia Woolf». O sea, que si la juez Alaya no es Elizabeth Taylor tampoco es que Manuel Chaves sea precisamente Richard Burton.
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