Política Cultural
Cuestión de Estado por Pedro Alberto Cruz Sánchez
Una de las principales razones por las que la cultura se encuentra en una situación tan precaria durante la presente coyuntura de crisis es porque, en rigor, nunca ha sido considerada como una cuestión de Estado. ¿Qué quiere decir, en este contexto, «cuestión de Estado»? Para responder a ello hay que exponer dos factores absolutamente imprescindibles para entender el devenir de la cultura en España durante los últimos treinta años, a saber: de un lado, el hecho de que el concepto de política cultural constituya una materia absolutamente atomizada por su definición a partir de un clima de ensimismamiento autónómico, que imposibilita el diseño de estrategias consensuadas; y, de otro, la ausencia de criterios claros a la hora de plantear un programa de ayudas a los diferentes proyectos culturales que se distribuyen a lo largo y ancho de la geografía nacional.
Derroche de medios
La rabiosa actualidad de estos dos factores enunciados ha ocasionado que, como consecuencia del referido «ensimismamiento autonómico», se multipliquen hasta la saciedad fórmulas de idéntico perfil y espíritu, en lo que supone un doble ejercicio de inflacionismo y derroche de medios; y que, ante la falta de un plan estratégico de ayudas a proyectos culturales, se otorguen subvenciones desde el Gobierno central que no atienden ni a la calidad de los programas desarrollados ni a la proyección ni incidencia social que éstos poseen no sólo en su territorio natural sino en el resto del país. Urge, a este respecto, que las sectoriales que periódicamente se celebran y que reúnen a representantes de todas las comunidades autónomas sirvan para algo más que fijar marcos muy generales y difusos de actuación, que en nada descienden a la praxis de las problemáticas más reales y acuciantes. Se requiere, como primera e imprescindible actuación a ejecutar en breve espacio de tiempo, un mapa estratégico nacional de equipamientos y proyectos culturales que clasifique y priorice las diferentes iniciativas existentes en función de su singularidad, calidad de programación, gestión innovadora y capacidad para procurar un necesario equilibrio territorial. O cambiamos la mentalidad y consideramos la cultura como una «cuestión de Estado» o la anarquía y la ausencia de políticas nacionales va a suponer la insostenibilidad a corto plazo de toda la onerosa y densa red creada.
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